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Actualizado: 01 oct 2021 / 09:58 h.
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  • EFE
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Hoy se cumplen 90 años de la aprobación del derecho de la mujer a votar en nuestro país. Te paras un minuto a pensarlo y no das crédito. Alguien diría, ya, pero hoy tienen todos los derechos que la Constitución les reconoce a todos los españoles por igual. En efecto, la mujer en España ha avanzado de una manera sorprendente desde el fin de la dictadura franquista, pero hasta hace nueve décadas, que se dice pronto, no podía decidir quiénes debían gobernar el país. La primera vez que votó mi madre, en las primeras elecciones democráticas, la acompañé al colegio del barrio y parecía que iba a hacer algo que no estaba bien. Miraba asustada para todas partes y procuró que no se enterara su padre, mi abuelo Manuel, que había ido a votar. Mi madre trabajó desde niña como una mula y crió sola a tres hijos, pero nunca pudo decidir nada sobre su vida hasta bien mayor. Enviudó joven, con 33 años, y nunca más se unió a ningún hombre. Recuerdo que en los sesenta le tiró los tejos un viudo de Castilblanco de los Arroyos, que trabajaba en Palomares del Río, pero ni siquiera pudo hablar con él a solas. Habló con mi abuelo para decirle que le gustaba su hija Pepa, ya con tres niños, le dijo que no y ahí se acabó la historia. Ni si quiera pudo decidir sobre eso. Así que cuando fue a votar la primera vez, aunque asustada, le vi en la cara el pájaro de la felicidad. Cuando fue presidente Felipe González, en 1982, y lo veía hablar en la televisión, lo miraba y le decía: “A ver cómo te portas, que lo mismo que te he puesto, te quito”. Siempre votó al líder socialista. Cuando era muy mayor, la llevaba y me decía: “Llévame a las papeletas de Felipe, no me vayas a engañar”. Felipe ya no era el candidato, se lo decía y le daba igual. “Bueno, pero yo nada más que lo voto a él”. Algo tan simple como poder meter una papeleta en un sobre, pero tan importante, se convirtió para ella en motivo de orgullo como andaluza y mujer. Se murió renegando de los políticos, de todos, pero pudo ejercer su derecho a decidir qué modelo de sociedad quería para su país. No solo eso, sino que no necesitó un marido para comprar una casa, ni a su padre para firmar ningún documento. En un día como hoy, tan importante, la recuerdo siendo libre a su manera, con sus miedos y precauciones, sintiéndose española, aunque para ella ser de Arahal fue siempre mucho más importante que ser española o andaluza.

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