Image
Actualizado: 22 sep 2020 / 16:11 h.
Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado
  • La Patria

Los años –la experiencia, tal vez también los hijos- lo hacen a uno menos radical, más comprensivo con la otredad, con otras sensibilidades que en nada se parecen a la propia. Pero aun así hay un regusto patriotero en mucha gente a cuyos ingredientes no termino de pillarle el sentido. Seguramente es que me faltan más años, y eso que hoy tengo uno más. En un cuento de Juan Rulfo, unos desgraciados le preguntan a un profesor si conoce al gobierno, y el profesor les dice que sí. Entonces le preguntan por la madre del gobierno. Y el profesor les dice que es la Patria. Pero ellos mueven la cabeza, riéndose amargamente, y aseguran que el gobierno no tiene madre. Otros escritores de los nuestros también han afirmado categóricamente que nuestra patria es la lengua, y no creo que sea algo poético, sino concreto. Cuando yo empecé a hablar –en mi lengua materna, en mi patria- apenas un niño, recuerdo preguntarle a mi abuelo que por qué iban los hombres a la guerra, y contestarme él que para defender a la patria. Y recuerdo no entender nada, pero callarme, con una prudencia infantil que me hacía preguntarme igualmente por qué la patria no era más bien la matria, de matriz, de madre, mientras la mía pespunteaba ropa y luego accionaba el pedal de la máquina de coser, con un ruido monocorde que a mí me ayudaba a concentrarme en otras cosas...

Esa estampa de la presidenta de Madrid y el del Gobierno rodeados de banderas de España, aun teniéndole todo el respeto del mundo a un símbolo que es de todos, me ha producido una íntima rabia parecida a cuando mi abuelo decía aquello de morir por la patria, sin más explicaciones. Tal vez porque ahora sí sé relacionar el concepto de patria con el concepto de morir. Y muchos españoles lo están sufriendo en carne propia. Y mientras tantos políticos no taponan tales sangrías más que con banderas, a otros tantos españoles con otro concepto de la patria (o de la matria) se nos ocurre que nos hacen más falta médicos que banderas, más falta enfermeros que banderas, mucha más falta investigadores que banderas, maestros que banderas... Porque los médicos, los científicos, los docentes son patria de carne y hueso. Patria (o matria) de verdad.

Hablando de escritores, en la novela Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez, hay una escena que resume esta indignación por tanta ceguera en estos días amargos. El maestro curita del protagonista obliga al niño a cantar el Cara al sol, pero el chiquillo, que tenía a su padre vivo como un topo muerto en el armario de su propia casa, se niega entre la indignación y el miedo. “¡Canta!”, le ordena entonces aquel maestro franquista, “¡es el himno de los que quieren dar la vida por su Patria!”. Y entonces interviene su madre, que había estado agazapada y dulce tras la reja: “Mi hijo no quiere morir por nadie, quiere vivir para mí”. Más o menos como lo de Millán Astray y Unamuno, en aquella discusión sobre la muerte y la inteligencia. Pues eso: que hacer Patria es seguir viviendo. Y para eso hay que invertir en la vida. En la vida de todos.

ETIQUETAS ►