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Actualizado: 17 oct 2021 / 12:10 h.
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  • Fachada del Tribunal Constitucional.Óscar Cañas / Europa Press
    Fachada del Tribunal Constitucional.Óscar Cañas / Europa Press

La política es como el reportero Tribulete que en todas partes se mete. Es normal porque la política es el modo que nos hemos dado para administrarnos sin matarnos. Lo que sucede es que una minoría la ejerce mientras que la mayoría lo que quiere es eso que dicen que se llama “ser feliz” y “vivir la vida”. Vivir la vida es estar dentro de ella, no fuera, en las nubes, en la fantasía, sino dentro, y dentro es la política, la escritura a pie de tajo, la reflexión, la ciencia, la filosofía práctica. Lo que sucede es que hay otra minoría que no aguanta la inmensa medianía de quienes se dedican a la política. No olviden este párrafo, por favor.

En el tema que se anuncia en este artículo vamos primero con la teoría utópica que ya saben ustedes que el humano usando el papel es un genio. Otra cosa es cumplir lo que escribe. Apunta Montesquieu: “Cuando los poderes legislativo y ejecutivo se hallan reunidos en una misma persona o corporación, entonces no hay libertad, porque es de temer que el monarca o el senado hagan leyes tiránicas para ejecutarlas del mismo modo. Así sucede también cuando el poder judicial no está separado del poder legislativo y del ejecutivo. Estando unido al primero, el imperio sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario, por ser uno mismo el juez y el legislador y, estando unido al segundo, sería tiránico, por cuanto gozaría el juez de la fuerza misma que un agresor. En el Estado en que un hombre solo, o una sola corporación de próceres, o de nobles, o del pueblo administrase los tres poderes, y tuviese la facultad de hacer las leyes, de ejecutar las resoluciones públicas y de juzgar los crímenes y contiendas de los particulares, todo se perdería enteramente” (El espíritu de las leyes, 1748).

Ahora vamos con la realidad. Titula el diario El Independiente: “El PP controlará el TC y el Gobierno, el Tribunal de Cuentas”. ¿Una contradicción con Montesquieu? Sí y no. Sí, porque lo ideal serían mentes separadas de toda ideología, ciegas como la estatua que representa a la Justicia, que se movieran sólo por hechos probados antes de extraer conclusiones, impermeables a presiones y amenazas, sabios insobornables protegidos por una guardia especial, sabia como ellos. No, porque el contexto actual ha dado un inteligente giro y ha implicado a la gente y con el voto de la gente y la constitución, los políticos justifican su intromisión en la Justicia y se convierten en esa “corporación de próceres” de la que habla Montesquieu. Jueces conservadores y progresistas, ¿qué narices es eso? Jueces y punto. Sin embargo, sí hay jueces de un color o de otro porque los jueces no son como los psicoanalistas que antes de ejercer deben someterse ellos mismos a un psicoanálisis y aun así suelen estar divididos entre escuelas diferentes y a veces a la gresca.

¿Qué pasa aquí? Volvemos al primer párrafo. Montesquieu puede decir misa que luego llega Paco con la rebaja, es decir, el humano con su realidad. El mundo y las sociedades las llevan unos pocos a los que podemos llamar ahora políticos. Se les ve desde en los colegios militando en las AMPAS hasta en Las Cortes, pasando por asociaciones múltiples, universidades, medios de comunicación, ONGs, sindicatos, diputaciones, ayuntamientos, etc. Son una minoría a pesar de todo, el resto se deja llevar, quiere “vivir la vida” y “ser feliz”, menos ese segmento igualmente minoritario que aspira a tener el poder más o menos relevante que posean los protagonistas máximos. Este personal se mete en todo, incluyendo por supuesto al poder judicial, de manera que, suponiendo que dejáramos a los jueces libres de influencias políticas, nunca se librarían de esas personas por lo general mediocres y/o listas que pululan y abundan en toda la sociedad, siendo utilizadas por otros sujetos generalmente con otro poder más profundo y auténtico que raramente dan la cara. El resultado es el contrario del que persiguen Platón y Aristóteles: los “sabios” no gobiernan sino que son gobernados por la mediocridad. En todo caso, los “sabios” o están en su casa trabajando en el anonimato o laboran para el auténtico poder que es el invisible, molestado a veces por la medianía que sabe hasta dónde debe llegar.

El PP controla unos tribunales y el gobierno otros, al menos ya sabemos quién controla, en la universidad es parecido, pero tenemos que averiguar en qué cuerda militan los listos de turno. No lo dicen, no son capaces de eso, como en la clandestinidad del franquismo, con la diferencia de que entonces sí acabábamos diciéndolo y todo el que quería lo veía. Ahora que estamos en democracia, callan, qué curioso.

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