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Actualizado: 17 sep 2016 / 20:34 h.
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Decir Arenal es hacer referencia de un continente propio dentro de la universalidad de Sevilla en el Siglo de Oro. El enclave del puerto lo vestía de cosmopolita y lo decoraba de constante algazara y jolgorio. La Puerta del Arenal, cuyos portones permanecían abiertos noche y día, distinguió el espacio como una Chinatown de la época, con denominación de origen, de la que la gran ciudad adoptó apodos como Chipre, Cairo o Babilonia, no en vano Lope de Vega, en su obra La más prudente venganza, decía: «Sevilla es una ciudad que no conociera ventaja a la gran Tebas, pues si ella mereció este nombre, porque tuvo cien puertas, por una sola de sus muros ha entrado y entra el mayor tesoro que consta, por memoria de los hombres, haber tenido el mundo».

Y bien acertado que estaba el llamado Fénix de los Ingenios, refiriéndose de tal guisa a la Puerta del Arenal, la que comunicaba el centro comercial de la ciudad con el puerto, la que sembró de abastos y ultramarinos, entre la Torre del Oro y la Puerta de Triana, las calles del barrio, elegido por los hampones y truhanes como la gran universidad en la que poder licenciarse como maestros de la picaresca, y para ello, nada mejor que el gran trasiego portuario y comercial del arrabal extramuros, sobre todo en el Malbaratillo, improvisada feria ambulante de ropavejeros, traperos y buscavidas de cualquier coyuntura, que desde la misma puerta extendían sus dominios a los postigos del Aceite o del Carbón o del Oro y a otras puertas como la de San Juan, Triana y Real o de Goles.

Puerta de tahúres de inéditas timbas callejeras, que cualquier sitio era bueno para jugar al rentoy y al truco o engañabobos, juego éste de suma preferencia para dejar sin blanca a los más incautos y atrevidos. Cartas sevillanas de un fabricante francés llamado Pierres Papín, que en la calle de la Sierpes tenía su tienda, desde la que surtía barajas por los mesones y tabernas, que no había, en Sevilla, lugar de comidas donde faltaran los naipes para aderezar y emocionar el final de las mismas.

Puerta de la mancebía, de la tauromaquia y de tertulias de la Cestería y la Carretería con el Baratillo. Puerta almohade del siglo XII, derribada en 1864 por la palanqueta del alcalde Juan José García Vinuesa.