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Actualizado: 01 feb 2023 / 06:27 h.
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  • Joaquín Arbide.
    Joaquín Arbide.

El pasado 27 de enero se inauguró una plaza con el nombre de Joaquín Arbide, uno de los personajes históricos de la cultura sevillana que falleció en 2021. Menos da una piedra, pero no sé por qué cuesta tanto reconocer a una persona cuando está viva, que vaya ella a inaugurar su plaza, su calle, su avenida, y el alcalde, en representación de todos, le pueda decir quédese usted tranquilo en este aspecto que Sevilla lo deja aquí con nosotros para siempre si es posible y no se arma el follón que le costó la calle a Pilar Bardem que por cierto nació cerca de donde yo nací, en el barrio de San Vicente, pero todo fue circunstancial y de ahí que la actriz dijera más o menos que le importaba un bledo que le quitaran la calle.

Conocí a Arbide en los años 70, yo era un principiante en esto del periodismo y él ya se había convertido en un experto en cine y teatro en aquella Sevilla llena de ilusiones y de movidas culturales que Joaquín ha retratado en sus libros. En la emisora sevillana de radio, La Voz del Guadalquivir, situada en la pequeña y tenebrosa calle Aponte, Arbide era jefe de programación y yo desarrollaba en 1976 un espacio semanal sobre la actualidad universitaria. Rara era la semana que no teníamos debate en su despacho porque servidor quería contar las cargas policiales contra los estudiantes en aquellos momentos de transición política donde los partidos aún eran ilegales y él se oponía, no como persona sino como correspondía a su responsabilidad con el puesto que ocupaba en una emisora del Estado que aún era franquista.

Nuestros contactos siguieron además a través del colectivo cultural Gallo de Vidrio, en concreto a través de la amistad que Arbide entabló con el miembro de Gallo de Vidrio, Emilio Durán, poeta, novelista, editor, ensayista, autor teatral y guionista, con diversos premios relevantes y tan importante como Arbide en la esfera cultural sevillana. Tiene muchos años Emilio, más de 80, aún está vivo, ¿no hay una plaza para él? ¿Y para el propio Gallo de Vidrio que cumplió 50 años en 2022, salvó del derribo a la casa de Bécquer, fue sevillano del año en 1974 por la Cadena SER que en aquel momento dirigía Iñaqui Gabilondo, y figura en tesis doctorales y en las dos enciclopedias de Andalucía más rigurosas? Eso sí, no somos de la cuerda de nadie, grave carencia.

Hay dos de sus miembros que tienen plazas: Amalio García del Moral y Carmelo Guillén Acosta, pero el colectivo como tal, nada de nada, el alcalde no nos ha hecho ni puñetero caso cuando lo hemos invitado a nuestro cincuentenario celebrado en el salón de actos del Mercantil. Qué diferencia con, por ejemplo, Rojas-Marcos que sí nos recibió oficialmente en 1992 –a los 20 años de existencia- y aprobó que se editara un libro en nuestro honor. Ahora lucho para que el señor Muñoz me conceda audiencia -no tengo el gusto de conocerlo- porque quiero que se expongan permanentemente en las Atarazanas, en Artillería o en esos otros grandes espacios culturales las 365 giraldas que pintó Amalio -todas arrinconadas- pero por el momento no me han convocado a nada, voy a tener que intensificar las relaciones públicas, algo que no estoy dispuesto a hacer. Opino que son “ellos” los obligados a conocer nuestra labor, no que vayamos nosotros, los creadores y científicos, tras ellos. En esta ciudad -y en casi todas para qué nos vamos a engañar- si no tienes un buen padrino detrás no te comes una rosca y me extraña la que se ha comido Arbibe, pero me alegro por él, ha sido cosa de la Asociación de la Prensa. Progresa Sevilla a pesar de Sevilla y a pesar de que casi todo quede entre amiguetes de partido aunque en este caso ha salido ganando que el curriculum de Arbide brillaba por sí solo.

Bécquer escribió en sus cartas desde mi celda que hubiera deseado que Sevilla se hubiera sentido orgullosa de él. No sabía entonces quién iba a llegar a ser pero todavía en estos momentos ahí está La Venta de los Gatos, olvidada. La calle dedicada a Emilio Lemos -y su medalla de Andalucía- no serían una realidad sin mi libro sobre su vida que publiqué en 1991, poco después de morir él, pero no porque yo sea un necrófilo sino porque cuando terminé de hablar con él tras meses en su casa -hoy olvidada y cerrada-, le enseñé lo que había escrito y me dio su visto bueno, dijo que tenía frío, se acostó y se murió, como hacen algunas personas mayores.

A mí me parece que no te ponen una calle o una plaza en vida por ignorancia o por envidia. Y cuando te mueres, si te la ponen, no sólo es porque la merezcas sino por enchufe o por cargo de conciencia. O porque hay elecciones a la vista y hacen falta fotos. Ea, me despido de que me conceda audiencia el señor alcalde, pero es que, como soy un sentimental, sueño con una sociedad en que las autoridades que nos representan a todos -y las personas en general- separen los derechos a expresarse y las emociones, de sus obligaciones meramente racionales por mor de sus cargos y precisamente por su condición de personas especiales.

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