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Actualizado: 17 feb 2018 / 20:31 h.
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Digamos el refrán completo, versionado para hoy: «La suerte de la fe... la bonita la desea». Este cambio del refrán se me ha venido a la mente –ya en mi quinta Cuaresma en El Correo– porque todavía estamos dándole vueltas a las palabras que el señor arzobispo volcó en una entrevista concedida a nuestro medio hace pocos días. En ella, nuestro arzobispo aportaba sus argumentos para las concesiones –o denegaciones– de salidas o cultos extraordinarios, a propósito de la procesión que celebrará la hermandad del Cerro con su Virgen de los Dolores coronada en el LXXV aniversario de la erección canónica de la parroquia de tan popular barrio al levante de nuestro hispalense plano.

La suerte de la fe, la suerte de la devoción arraigada entre los vecinos de esta u otra zona de la ciudad, la suerte de un cariño que no entiende de encajes ni de montajes de cultos, de paños de Verónica posmodernos ni de otras externalidades... esa suerte no pueden tenerla todas las hermandades, todas las imágenes, por mucho que nosotros queramos. Esa suerte de la fe puede que no todas las bonitas la tengan. Las hermandades antiguas, las imágenes de gran calidad artística o las Juntas de Gobierno llenas de cofrades conspicuos y tradicionalistas no siempre cuentan con todo a su favor.

La hermandad del Cerro, su Virgen de los Dolores, los cerreños que la han convertido en lo que ahora es, bien merecen el regalo del revival in September que será la salida extraordinaria, que repetirá los modos y las formas de todas aquellas salidas que hasta el mismo 1988, meses antes de la primera estación de penitencia, recorrían el barrio, que festejaba a su patrona con la tradicional Velá. ¿Cuál es el secreto de esta devoción de barrio que ahora recibe el regalo de esta procesión extraordinaria? Seguramente la autenticidad, la honradez, el denodado esfuerzo del que no tiene nada y se hace a sí mismo en la sinergia parroquia-barrio-hermandad que mañana se hará fiesta en el corazón del barrio de Torreblanca, en el que Dios se sienta en la mesa de todos, ricos o pobres sin distinción.

Si lo pide una parroquia, si un barrio lo aclama, si tiene verdadero sentido pastoral, señor arzobispo, tiene verdadero sentido. No sienta usted que se cuestiona su objetividad. Quien no lo vea, que se ponga las gafas y mire cómo la suerte de esa fe, todas las bonitas la siguen deseando.