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Actualizado: 12 jul 2021 / 09:02 h.
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  • Diego Clavel.
    Diego Clavel.

El sábado llamé al maestro Diego Clavel, el cantaor de la Puebla de Cazalla, para felicitarlo por el monumento que le han puesto en su pueblo y el homenaje que le dedicaron en la Reunión de Cante Jondo. No fui porque nadie me invitó, pero de alguna forma estuve en La Fuenlonguilla, donde tantas veces disfruté del buen cante y el olor a romero, cuando la Reunión era un festival en condiciones. Escuché muchas veces a Diego Clavel, el cantaor más íntegro y con más vergüenza torera que he conocido a lo largo de mi carrera como crítico, que ya es larga. Jamás dio ojana este cantaor con un sello personal en todo. Así como Menese y Miguel Vargas, los otros dos cantaores de La Puebla, siguieron la línea del sonido mairenista, Diego tuvo su propio sonido, un metal único con el que hacía verdad aquello que dijo Mairena, que la pureza era “el sabor al paisaje”. Cuando escuchas a Diego Andradres Martagón, que así se llama, sabes enseguida que es del pueblo de Francisco Moreno Galván y Manuel Gerena. En su voz están la tierra y el aire, las piedras de cada calle, la cal de las casas y el verdor de los olivos. Pero Diego no ha vivido solo de un buen metal, como algunos cantaores de su tiempo, sino de más cosas: un gran talento natural, una afición sin fisuras y un amor por el cante sin parangón. Por eso va a dejar la obra discográfica que va a dejar, sin duda antológica, la de un estudioso del cante que jamás marginó a ninguna escuela. El maestro estaba feliz por el hecho de que le hayan puesto “una estatua”, como él dice, en vida y aún con facultades físicas y mentales para romper la baraja del cante, si quisiera. Merecido homenaje, sin duda, porque Diego vivió siempre para el cante y en él anda, aunque se fuera de los escenarios, quizá un poco asqueado por quienes manejaban entonces el cotarro jondo. Si decidiera regresar a los escenarios tendría cincuenta festivales en verano, pero hubo un tiempo en que su teléfono sonaba poco, que se sintió desplazado, y eso, entre otras cosas, le llevó a tomar la decisión de irse. Ahora canta mucho mejor, con la voz definitivamente domada, más gruesa y asentada. Diego es un maestro a la altura de esos otros grandes cantaores que quedaron como ineludibles referencias históricas. Pero no creo que vaya a volver, y menos ahora, con los festivales como están. Es un hombre de palabra, un tío de los de antes.

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