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Actualizado: 11 feb 2017 / 22:41 h.
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Las flechas del niño alado vuelan por el cielo a la búsqueda de corazones sensibles que unan sus sentimientos. Cupido, fruto del amor de Venus y Marte, según el Oráculo de Temis, no crecía por carecer de pasión pero gozaba de los prodigios divinos de provocar el amor y el desamor según los dardos que usara, pues de la misma forma que provocaba el amor súbito disparando flechas doradas con plumas de palomas blancas, también inyectaba la inapetencia y desinterés con sus flechas de plomo y plumas grisáceas de noctámbulos búhos.

Cupido, tan pícaro como cruel forma parte de la simbología de San Valentín que «a veces» le venda sus ojos para pregonar, a los hombres y mujeres de la tierra, que el amor es tan ciego que no mira con los ojos sino con el espíritu.

La onomástica de San Valentín, el 14 de febrero, la instauró el papa Gelasio I en el año 496. Fiesta del amor y la amistad que fue celebrada y acogida por diferentes países, sobre todo por Francia, aunque no fue hasta 1842 cuando los norteamericanos, a través de la creatividad de Esther Ángel, incentivaron la costumbre de intercambiar postales con poemas románticos dedicados al amor. Una tradición que, en muchos sitios del mundo, sigue vigente, siendo acompañadas las postales con rojas rosas y bombones de chocolate.

En Sevilla, una postal de la Glorieta de Bécquer sería perfecta para escribir en el dorso las fantasías que Cupido me encarga que os regale a través de un poema de amor: Hay veces que yo quisiera adivinar lo que piensas y a veces, mi compañera, ser la sombra de tu sombra, y hay veces que hasta quisiera, estar dentro, en tu cabeza, para saber con certeza, las veces que tú me nombras. A veces, me gustaría que me dieras tu silencio y a veces, me alegraría que soñaras en voz alta, y a veces, me encantaría ser tu oráculo en el tiempo y predecir al momento, las veces que te hago falta. Porque a veces, yo quisiera ser tu eterna profecía y que, a veces, yo pudiera camelar lo que imaginas; y hay veces que yo quisiera presentir tus fantasías y fundirlas con las mías, las veces que tú me pidas. Que sí tú quieres fantasías, fantasías te daré y hasta el final de mis días, lo que quieras, vida mía, para ti, yo lo tendré.

Un poema sevillano en el Parque del Amor. Octógono de El amor que pasa. Redondel de rimas eternas. ¡Sean felices! ~