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Actualizado: 10 nov 2020 / 16:29 h.
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  • Las mascarillas que se venden en España deben estar cosidas a mano y con hilo de oro

Las mascarillas suponen un gasto importante para los españoles.

En casa vivimos siete personas y la factura mensual supone un pico.

Dos adolescentes estudiando en instituto y colegio. Una mascarilla diaria (les exigen dos aunque los niños aguantan, salvo accidente que deje la mascarilla hecha unos zorros, con una toda la jornada). Un universitario. Una mascarilla diaria. Un maestro de educación primaria que trabaja en un colegio de barrio confinado (una mascarilla diaria; este ha pedido que el colegio tenga mascarillas para los profesores y el director del colegio casi se muere de risa). Esposa. Una mascarilla diaria. En su edificio se juntan 2.500 personas y debería cambiársela cada diez minutos porque no existe ventilación natural, no hay ventanas practicables. Abuela. Mascarilla diaria. Sale con las amigas a tomar un café en alguna terraza. Servidor. Una mascarilla diaria.

Efectivamente, son siete mascarillas a diario. Antes se pagaban 96 céntimos en las farmacias. 6,72 euros cada día. Ahora, pueden comprarse en grandes almacenes, centros comerciales y cadenas de supermercados. El mejor precio que hemos conseguido es 30 céntimos. Eso hace un total de 2,1 euros cada día. Eso sí, la pinta que tienen las mascarillas baratas es para echarse a temblar. Yo no sé si filtran algo o no. Mejor no lo pensamos. Porque si tengo que pagar los 96 céntimos por mascarilla, el presupuesto mensual alcanza la bonita cifra de 201,6 euros.

Lo peor es saber que en Portugal una caja de 20 mascarillas se puede comprar por sólo 1,74 euros; que en Rusia o Grecia cuestan 0,20 la unidad o que en Finlandia (un país con una cesta de la compra imposible por los precios tan elevados que se pagan) cuestan 0,80 céntimos. Hasta en los países más caros, las mascarillas son más baratas que en España.

En la farmacia del barrio me han confirmado que antes de la pandemia se vendían cajas de 50 mascarillas por 2,60 euros. Ole.

Las crisis siempre sirvieron para que los ricos se enriqueciesen un poco más, para que algún espabilado pegase un pelotazo o para que los pobres pagasen los platos rotos por las buenas o por las malas. En España, el IVA de las mascarillas es el 21 por ciento. Eso supone cerca de 2.000 millones de euros.

Los fabricantes de mascarillas se están poniendo las botas. Los establecimientos vendedores de mascarillas se están poniendo las botas. El Gobierno se está poniendo las botas. Y los demás nos ponemos las mascarillas usadas más veces de la cuenta porque la cartera no da para más. ¿Puede alguien poner remedio a esta injusticia?

Una anécdota. La abuela me pidió que comprase una caja de cincuenta mascarillas hace unas semanas. Me pagó porque la habían comprado entre todas las amigas que salen a merendar. Una de ellas anda regular de fondos y llevaba la misma mascarilla dos semanas seguidas. Le dan una a diario. Y así funcionan las cosas en España. Menos mal que somos como somos. Menos mal.