Se acabaron las fiestas, la Navidad ya es historia hasta la próxima Navidad. Y se me ha ocurrido echar un vistazo al último vídeo protagonizado por Leticia Sabater. Casi me da un chungo y me quedo en el sitio. Sé que el vídeo se comparte en grupos de Whatsapp a todas horas, que el número de reproducciones es improbable y que el éxito del trabajo de Sabater ha sido tan predecible como absurdo. Pero, a mí, casi me da un patatús viendo tanta caspa, intentando comprender por qué nos llama tanto la atención lo cutre y lo ridículo, procurando comprender qué tipo de beodos puede babear con estas cosas. No me resulta ni gracioso, ni atractivo ni motivo de broma pesada. Es, sencillamente, horrible.
Leticia Sabater presume de ser mucho más lista de lo que parece y que impresiona a los que le llegan a conocer en persona. Si se le pregunta sobre las personas que no pueden dejar de trabajar a pesar de estar acosadas den el trabajo responde que siempre les queda fregar escaleras. Dice que lo de ir sin depilar y parecer un mono no va con ella, que no es feminista ni machista. Y cosas por el estilo. Todo indica que Leticia Sabater parece tonta porque lo es, que Leticia Sabater es el icono de lo rastrero y lo cutre, que no solo parece ser superficial y vacía sino que no tiene remedio.
«Papá Noel, lléname el tanque» es el título de su villancico (canción protesta según ella misma), del último monumento a la zafiedad, a la falta de decoro y al insulto a la inteligencia. Leticia Sabater, al facturar haciendo estas cosas, pensará que se pueden meter con ella mientras gana dinero a espuertas. Se equivoca porque al personal le da igual si gana dinero o no lo gana y se equivoca porque hacer el ridículo y ser motivo de mofa no es lo mejor que te puede pasar en esta vida.