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Actualizado: 15 oct 2021 / 04:00 h.
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  • Imagen de archivo de las setas de la Encarnación.
    Imagen de archivo de las setas de la Encarnación.

Resulta irónico decir que ser rancio está de moda en Sevilla. Muchos no saben cómo nació esto de los rancios, pero aquí vamos a hacer un breve resumen.

En el programa Cómo está Sevilla, de Paco Robles, había una sección denominada ‘Los Rancios’, donde dos personas trataban a modo sevillano los temas de la actualidad. Allí se sacaba pecho por beber Cruzcampo en lugares señeros de la ciudad, por escuchar a ciertos cantantes o por querer que la ciudad se quedase tal y como está. Nada más lejos de lo que pensaban los que allí se sentaban.

El problema es cuando esta corriente la suscribe gente joven, y no tan joven, que va repartiendo el carné de buen sevillano.

El decálogo de un rancio abolengo sevillano sería el siguiente: El día se empieza tomando café en la plaza de la Campana mientras se hace un comentario añorando los veladores de allí. Luego habría que ir a la plaza de San Lorenzo para sacar una foto y publicarla en Twitter con algún texto épico cofradiero. A mediodía, sí o sí, hay que hacer una parada de hidratación en el Vizcaino, Coronado o el Tremendo de Santa Catalina. El almuerzo siempre de pie y con productos de vigilia, aunque sea un martes de noviembre. Un pavía o unas espinacas del Rincocillo siempre vienen bien. Unas croquetas de Casa Ricardo es otro nivel.

La copa larga tendría que ser en Pepe Yebra, pero como ya no está, te la puedes tomar en cualquier lugar añorando los cubatas de la calle Boteros.

Para la cena tenemos dos opciones: nos quedamos en el Centro o cruzamos el río. Si optamos por lo primero, de cabeza a por el Piripi. Si queremos ir a Triana, una de las opciones más señeras es el pájaro de Ruperto o los champis de Las Golondrinas. Está la alternativa extranjera que sería ir al Menta de Sevilla Este a por un serranito, pero eso ya es perder un par de puntos de sevillanía.

La vuelta, por el camino más corto y directo al Garlochí para tomarse una Sangre de Cristo.

Todo esto se hace mientras se critica la fealdad de las Setas, la altura de la Torre Pelli, las franquicias que están invadiendo el centro, los problemas de la Semana Santa y se escucha al Pali o a Silvio, aunque nunca hayas tenido un disco de ninguno de los dos y sólo te sepas “Sevilla tuvo una niña” y “Rezaré”.

La Alameda ni pisarla, en todo caso para criticarla y decir que es de piojosos y perroflautas.

Siento no tener puntos en mi carné de buen sevillano. Entono el mea culpa por haberme ido de viaje en Semana Santa y por no gustarme la Feria. Me paso el fin de semana en la Alameda, creo que no he escuchado nunca al Pali y la que más me gusta de Silvio es ‘A la diestra del Cielo’, pero nadie podrá tacharme nunca de no querer a mi ciudad.

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