El aeropuerto de San Pablo está creciendo en número de vuelos, pasajeros y conexiones como lo está haciendo el turismo en Sevilla. Por eso, los usuarios se quejan de la baja frecuencia de paso de la línea de autobuses Especial Aeropuerto que es de 18 minutos desde finales del año pasado, de los problemas creados por los taxistas del aeropuerto que no soportan la competencia de otras opciones de transporte y de las dificultades que tienen los servicios alternativos como Cabify y los coches de alquiler con conductor.
Al aeropuerto le gustaría poner en marcha una línea privada de autobuses para mejorar la conexión con la ciudad, pero el Ayuntamiento la dificulta por la presión de los sindicatos de Tussam. Por otra parte, esta empresa municipal tiene problemas para contratar nuevos conductores y dotarse de nuevos vehículos a corto plazo para mejorar el servicio que presta en la actualidad.
A los taxistas les encanta que no haya conexión ferroviaria con el aeropuerto y que el autobús se haga esperar en la parada de llegadas. Pero las autoridades de la ciudad deben acometer sin demora la solución de un problema que nos afecta en un sector vital de la economía provincial.
Las compañías aéreas también podrían colaborar poniendo en marcha fórmulas colaborativas con plataformas como Blablacar y Amovens o con las apps de taxis para facilitar los desplazamientos compartidos hasta y desde el aeropuerto.
Sevilla no está al nivel de otras ciudades españolas y europeas con las que tenemos conexiones aéreas y que disponen de metro, tren o tranvía en sus aeropuertos y de líneas exprés de autobuses. Este es el caso de Málaga, Madrid, Burdeos y Toulouse, por ejemplo. Aquí, seguimos esperando que el tranvía llegue a la estación de Santa Justa.
Otra reivindicación es que algunas de las líneas interurbanas de autobuses que nos unen con Córdoba paren en el aeropuerto sevillano para facilitar el acceso de los viajeros de la provincia vecina.