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Actualizado: 13 oct 2021 / 08:53 h.
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  • Malos tiempos para morirse

Son malos tiempos para morirse. Te mueres y has dejado decenas, centenares de recuerdos «vivos» de tu vida. Puedes entrar en el WhatsApp que esa persona mantenía contigo y ver sus mensajes y sus fotos y sus -quizás lo peor- sus audios llenos de vida, ajenos a la nada que sería en breve, planeando y organizando el futuro como si nada malo pudiera llegar a ocurrir. Su WhatsApp sigue ahí abierto y pareciera que puedes escribirle. «Oye, no te olvides de mandarme eso que me dijiste». Hay gente que le escribe. Es una conversación que parece de una privacidad eterna, aunque puede que su pareja se alarme al oír la señal de mensaje y vea que muchos le dedican tiernas palabras de vida enviadas al más allá, como si la magia de Movistar o Vodafone pudiera hacérselos llegar. «Te echo de menos, amigo» o «Intercede por mí, querido, siento que me pierdo».

Morirse hoy en día es trabajoso porque las empresas de publicidad pueden seguir escribiéndote mensajes de texto a tu móvil: «Hoy gran apertura tienda Apple. Ven y participa en el sorteo de dos iPhone 13». Y las viudas y los viudos piensan: «Le habría gustado ir. Y seguro que ganaba porque tenía muy buena suerte». Y luego lloran un ratito en silencio.

Las Administraciones también pueden enviarte mensajes al móvil: «Rebaremación de candidatos a sustituciones. Listas publicadas». Y la viuda o el viudo ve que por fin iba a conseguir plaza. El siguiente de la lista, en algún lugar remoto, se sorprende de que la lista haya corrido un puesto. Contará por ahí: «Me quedé el 11 y sólo había diez plazas. ¡Y, de pronto, me llamaron!».

Puede haber conocidos no muy amigos que todavía le reclaman acciones, en la vida, gente que no sabe que has muerto. «¡La promoción del 82 se vuelve a reunir! ¡Ven! Te esperamos. ¡Fuimos la mejor promoción de la Historia!». Por eso es importante hacer un velatorio sonado y poner esquela en los periódicos, para que nadie llame a ese teléfono y pregunte por quien no está ya. Mucha gente dice: «Nosotros preferimos hacerlo en la intimidad». «¿En la intimidad?», te vas a enterar. Pasarán meses y años y la gente te llamará angustiada diciéndote «Acabo de enterarme...». Y llorarán al otro lado del teléfono honestamente porque para ellos es en ese momento cuando el amigo ha muerto.

Son malos tiempos para morirse porque también sigue abierto su Facebook y ahí la gente sí, le escribe, le manda mensajes, cuelga fotos, y hasta vídeos. Y cada vez que alguien le etiqueta o pone su nombre se le acumulan al desaparecido notificaciones de «Alguien te ha etiquetado». Y también sus amigos aprovechan el Facebook y hablan entre ellos: «Lo echo mucho de menos», «Anda que yo... Todavía lloro cuando oigo aquella pieza que tanto le gustaba», «No os preocupéis, chicos, sigue con nosotros». Etcétera.

Y es que la voz de los mensajes de audio, los vídeos que os hicisteis en fiestas y viajes, las fotos que os intercambiasteis en WhatsApp, las imágenes de Facebook, siguen tan vivas, que no parece posible que se haya ido. Son malos tiempos para morirse. Evítalo. Ya, lo mejor, es esperar a morirnos todos juntos, si eso.

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