A mi madre le gustaba mucho esta expresión: "¡es mano de Santo!", solía decir tanto cuando algo le encantaba y quería resaltar sus cualidades como cuando encontraba un remedio muy efectivo para cualquier cosa. Recientemente vino a mi cabeza esta expresión cuando unos amigos me sorprendieron enviándome una cajita de dulces artesanos hechos por las monjas del convento de Santa Clara en Alcalá de Guadaira. Venía primorosamente envuelta en un papel dorado como anticipo del tesoro que me esperaba... La cajita era de tonos azules y blancos, con una curiosa cenefa azul marino (tampoco me pareció casualidad que aquellos dulces estuvieran envueltos por el cielo) y con una "ventana" transparente desde donde "te saludaban" aquellas delicatessen... Al "asomarte a mirar", te parecía estar frente a un dulce paisaje: predominaban las cumbres nevadas de los bizcochitos rellenos; para quitarte el frío, te acercabas a la constelación de soles que formaban las yemas de Santa Clara; continuabas poniéndote un poco romántico, al dar un paseo por los valles tostados de los corazones de almendras, y entre las montañas rocosas de las bolas de piñones y las de almendras y chocolate (¡ñam, ñam!) te encontrabas con... ¡sí! ¡un par de dragones! esas originales formas serpenteantes constituían las lunitas de almendra (¡mis favoritas!).
Al destapar la caja...
Cuando me decidí a abrir aquel ventanal gourmet, lo primero que percibí fue un aroma delicioso, no era el olor a un dulce concreto, sino el perfume del conjunto, de todos los que estaban allí, como buenos hermanos (supuse que estaban intentando imitar a las monjitas). Aquel delicioso aroma de conjunto me recordó aquello de que "la unión hace la fuerza" (en este caso, era una fuerza con apellido, la fuerza emocional), también empecé a pensar en la importancia del 1 + 1 > 2, es decir, que ya sea la suma de dos aromas, de dos proyectos o de dos personas dan lugar a una sinergia mucho más potente que la suma de sus partes, ¡por eso aquella cajita no tenía un olor concreto y olía fabulosamente! Incluso, si prestabas atención, podías captar los olores esenciales: olor a unidad, olor a entrega, olor a devoción, olor a generosidad, olor a infancia, olor a alegría... "¡Estoy a un paso de mi momento Forrest Gump!" -pensé- afortunadamente, no me encontraba ante una caja de bombones.