Image
Actualizado: 26 mar 2018 / 17:21 h.
Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado

Gracias, en buena medida, a esta casa, que tiene la mejor televisión de la que puede presumir Sevilla, mi Pregón de la Semana Santa de Los Palacios y Villafranca lo han visto ya centenares de miles de personas, que lo han recibido como una innovación cofrade que une nuestra tradición religiosa con los valores humanos universales. Era mi intención, desde luego. Pero ha habido detalles que se me escaparon, sinceramente. Por ejemplo, la trascendencia que tuvo comenzar con María Magdalena, la mujer más citada en los Evangelios -más que la propia Madre de Dios- y que nuestra Iglesia, sin embargo, ha considerado durante dos milenios poco menos que una mujerzuela endemoniada. Acabo de enterarme no solo de que un director australiano, Garth Davis, estrena una película sobre aquella mujer de Magdala, sino que hasta el papa la hizo santa en 2016. De modo que mi consideración de Santa María Magdalena como la principal apóstol de Cristo no ha sido ninguna herejía. Los curas que asistieron al pregón debían de saberlo, porque aplaudieron a rabiar.

Fue esta María la única persona que no abandonó ni la Cruz, ni el Sepulcro ni su propio llanto, mientras que los doce apóstoles huyeron en comprensible desbandada, desde el traidor del beso hasta el que iba a dar la vida por Cristo pero que lo niega dos veces antes de que el gallo cante tres. Fue esta María la primera persona a la que Dios se aparece Resucitado. De modo que su incomprensible defenestración histórica termina cuando la sensibilidad feminista de hombres y mujeres ha conseguido imponer la razón en las coordenadas, al menos teóricas, de nuestra civilización: “Magdalena de mis ojos, / serás testigo primero / y hasta apóstol femenino / de la Iglesia que hoy enciendo”. Me congratulo de que también mi Iglesia evolucione en civilización y raciocinio, y, aunque me extraña su demora, recuerdo ahora que yo era chico y no existían las nazarenas...