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Actualizado: 20 oct 2022 / 18:03 h.
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  • Mierda

Me extraña que en todas partes cuezan habas como aquí mierdas. No escribiré nombres porque no es mi intención arrojar más mierda. Ya hay bastante mierda. El pueblo que debería oler a tomates, el mismo pueblo que debería rezumar un exquisito olor a los mejores manjares dada su condición de destino gastronómico, huele, desgraciadamente, a mierda de perro, despectivamente. Hay mojones por dondequiera que vayas. Da igual. Desde que te levantas hasta que vuelves a casa vas sorteando mierdas. Mierdas duras y mierdas blandas. Marrones, negras o grises. Pero mierdas de perros por todas partes. En la acera de tu casa, en el parque de los niños, en esta esquina y en aquella, en este césped y en aquel bordillo, junto a la basura y junto al parque infantil, en esa avenida y en este callejón. Pisamos mierdas sin querer, a veces queriendo porque no hay más remedio. Los más pequeños pisan mierdas porque no las ven. Quienes van en silla de ruedas, los bebés en sus carritos. Es imposible esquivar tanta mierda. No hay sitio por donde pisar sin pisar mierda. Da igual la hora. Si juntáramos todos los mojones que riegan el pueblo, haríamos una enorme mierda más grande que cualquier edificio. Podríamos poner las mierdas en fila y llegaríamos al infinito. Un sendero de mierdas que no nos llevaría a ninguna parte. Pero es lo que hay. Es una auténtica peste interiorizada hasta el punto de que nadie dice nada salvo encogerse de hombros y dejar de respirar. Todo el mundo sabe que ningún político va a coger a los perros por la mierda como hay que coger al toro por los cuernos. Falta demasiado poco para las elecciones y la mierda convive con todos. Es posible que los mojones también voten. Ya nada es descartable en este pueblo donde la mierda ha ganado demográficamente a la ciudadanía.

Son una broma de mal gusto esos cartelitos con amenazas de multas por no recoger la mierda del perro. Los dueños de los perros, salvo excepciones, se burlan perrunamente de los 300 euros con 300 mierdas cada uno. La mayoría arroja una media de 300 mierdas al mes y solo recoge una con el paripé de la bolsita. Son dueños de los perros y dueños de sus mierdas, pero solo reconocen los culos de los perros y reniegan de sus mierdas, que esparcen sin control, sin miedo y sin remordimiento por un pueblo donde ya no caben más mierdas aunque no estén censadas porque quienes deberían hacerse cargo de tanta mierda acumulada se han acostumbrado a mirar para otro lado, aunque ya no haya lado sin mierda porque hay mierdas por todos lados. La gente ve mierda, pisa mierda, sueña con mierda, se limpia las suelas de sus zapatos repletas de mierda y vuelve mierdosamente a empezar, sin esperanza de volver a vivir en un pueblo donde la mierda deje de tener más derecho que nadie.

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