Image
Actualizado: 08 abr 2018 / 22:12 h.
Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado

Un encuentro casual, como aquellos que tanto le gustaban a Julio Cortázar, me hace coincidir en el anuncio de la exposición de Miguel Benlloch en la fachada de la sala Turina, con él y sus íntimos amigos en un bar próximo de la misma calle. He sido tan extremadamente tímida, que jamás me atreví a soliviantar (¿se podría expresar así?) esa paz y a la vez ese ajetreo que se cocinaba siempre en la productora BNV, allí donde él, Joaquín Vázquez, a veces Mar Villaespesa y tantos y tantas otras tenían su mundo. Una buena parte de él.

Ahora entro en su exposición y es cuando descubro al verdadero Miguel Benlloch, a todos esos que es y lamento lo que me he perdido. Pero para nada voy a dejarme abatir sino por esa fascinación que ejercen sus montajes, happenings, performances, instalaciones, acciones, actuaciones, por todo los Miguel Benlloch que siento en ellos: el hombre, la mujer, el gay, el bi, el (o la) trans, el querer y todas las opciones en una misma persona, en un mismo cuerpo, en un mismo tiempo y es entonces cuando puedo confesar públicamente que le he amado. Le doy las gracias personalmente y desde aquí, por todo lo que he recibido y aprendido de él y con esto no hago otra cosa que unirme al «coro de sus acólitos», aquellos que a partir de esta muestra se multiplicarán sin límite porque puede que muchos como yo, lo (re)descubran ahora y se enamoren de su «arte y pensamiento», sus programas compartidos en la UNIA y en todas las ciudades que tuvieron el privilegio de conocerle de cerca. Miguel el tímido y el exuberante derrochador, quien se desdobla, triplica, cuadriplica, enesipica como su traje caleidoscopio, sus simbólicos atuendos de plumas como no podía ser de otra cosa que de pavo real: la significación de la vanidad, de lo efímero y de la trascendencia: él mismo.

Miguel Benlloch que como pasó con Ocaña y tantísimos otros, será un mito, un referente. Porque ya lo es.

Antonio Muñoz Molina

La charla (in)formal con Muñoz Molina en la Biblioteca Pública Infanta Elena, vuelve a situarme en la Literatura, en el arte, en el mundo –o mejor, en los mundos– de la ficción por más que nos empeñemos en creer que esa y no otra es la realidad. Vuelve a hacerlo porque lo que me pierde es precisamente eso: la (i)rrealidad, los datos, la objetividad (?), los pilares básicos de la investigación: archivos, hemerotecas, laboratorios y bibliotecas, como si ignorara que la ciencia y el arte, no son también ficciones y como si no supiera que la obra hecha lo es también.

Nos habla de ese instante preciso en que se cayó del caballo, de su trasverberación, del secuestro, la abducción, el relámpago, el milagro (¿sigo?) que se produce en un momento, una situación, un estado de ánimo y un sitio standaliano determinado, para que cada uno se entregue y ya sin remedio a esos señores ¡y señoras! que son el arte, la literatura, la fontanería... y que nos hace libres a la par que esclaviza.

Lo que capto de la charla dirigida por Alejandro Luque son nuevos relatos que se abren como la Caja de Pandora o las muñecas rusas, acerca de cómo le van surgiendo novelas, artículos, textos, imágenes en sus pasos perdidos, su deambular cotidiano, ya sea solitario o con Elvira, o con cualquiera que la Fortuna haga que le acompañe. Todo un lujo me digo mientras que le oigo al dictado, mientras sus palabras rebosan en la sala llena de libros –de palabras e imágenes entre las que están las suyas– mientras van surgiendo nuevos relatos en la medida que habla. Tal vez suyos, tal vez míos, tal vez de alguien que los oiga con esta mentalidad propicia a considerar que la mentira es lo único que rige.

Uno de estos es el de la casa que acaba convirtiéndose en la cara de la persona que vive en ella o a la inversa: la de la persona que en la medida que se mira en un espejo, se va transformando en la imagen de su propia casa con la nariz chimenea, la boca piano, y así etcétera.

Otro tiene que ver con lo que entiendo como Arte Accidental aunque puede que dijera Occidental y sólo que accidental me parece un extraordinario hallazgo porque entiendo que en definitiva todo arte lo es. De impartir asignaturas en la Universidad Imaginaria de la Palabra y de la Imagen, sin duda que la que él impartiría si existiera (de hecho, lo hace en sus escritos y charlas que se perderán en el aire si no se recogen en vídeo o en audio), sería esa: la del azar, la del azar electivo, la de una brújula desimantada que tanto tiene que ver con el surrealismo como con la búsqueda que es precisamente lo contrario.

¿De cuántos autores estamos hechos?, en su caso de infinitos y traerlos aquí no sería hacer sino una nueva historia universal y como él mismo dice no puede escribirse todos los momentos que se viven, aunque mucho dudo si no puede vivirse desde la vigilia –incluidos los sueños– en otra parte que, en el arte, el cine, el teatro, la música, la poesía, la filosofía, la literatura...