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Actualizado: 22 dic 2020 / 08:13 h.
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  • Montero, ni chiqui ni miarma

Aunque uno tiende a ser comprensivo, sigo escuchando chistes fáciles sobre el habla andaluza y eso empieza a enmarcarse en la dinámica boba del interlocutor cuando en su discurso o en su minuto de gloria no tiene nada que decir. Al igual que me preocupa la salud mental de quien dice que su adulterio le ha ocurrido como “a cualquier persona normal” (dícese de la farándula más populista y progresista) también me preocupa que en esta dinámica caigan políticos de primera fila como una Ministra del gobierno español, andaluza licenciada en Medicina, cuando, según ella, siempre ella, los términos chiqui y miarma son tan comúnmente usados en Andalucía como levantarse a diario.

Escuchar este discurso en la misma palestra del Senado español, alias Cámara Alta, no me enorgullece como andaluz, pues la Ministra describe de una forma desmesurada, torpe e incorrecta no sólo la tipología del castellano producido oralmente en esta región sino a todos los que aquí vivimos. En mi caso, y creo que en el suyo también, ni profeso el adulterio como “cualquier persona normal” ni voy pregonando en mis discursos diarios, profesionales o privados, las palabras chiqui o miarma. Y no es que yo sea un pensador moderno, sino que en Andalucía sabemos decir todo con otra gracia y otra exactitud, tanto que hasta al pijama lo llamamos el traje de dormir.

Si en el vocabulario literario de la Ministra abundan palabras como chiqui o miarma ya sabe que, y se lo ruego, debe bajarse del púlpito con el estandarte andaluz porque para hacer pasodobles de carnaval ya habrá tiempo. Ver a un gaditano decir miarma es como creer qué en Sevilla, finalmente, se harán los túneles para terminar la SE-40, es decir, exactamente imposible.

Supongo que la Ministra se olvidó de su cargo y el objetivo de su palestra para, dentro del cabreo permanente al que se abona, buscar el goce momentáneo en dos palabras que para ella, lejos de ser comúnmente utilizadas en Andalucía, tienen ese oleaje sonoro y ese oír música aunque ahora, esa música, es bastante errónea. Y repito que flaco favor hace a esta región que ni está llena de chiquis ni de miarmas. Debería, eso sí, dedicarse a defender sus ideas con una elemental obligación sin entrar en pormenores de cómo aquí se habla. Y menos si es incierto, porque de chachas y chistosos andaluces en las series televisivas ya estamos colmatados y su afirmación no hace más que denigrar la personalidad singularísima de esta tierra y de la que se fue poniendo pies en polvorosa antes de que le alcanzara la mañana del descubrimiento del régimen socialista al que pertenecía. Perdonen que me desvíe del tema.

En esta Andalucía siempre sentimos el regozo de ser andaluces y si aquí se utiliza el miarma, el picha o la mala follá, no es para hacerlas palabras supremas de nuestro vocabulario, sino respuesta a particularísimas situaciones, pero de ahí a la normalidad, sabe que no es cierto porque tampoco veo a Cervantes, Cernuda o a los Machado usando sus miarmas. Bendita cultura que les gusta destruir.

No le permitiré hacer del sevillano un miarma ni del andaluz un chiqui. El otro día pretendió dejar a los andaluces como Platero y yo le recomiendo que bucee en la literatura y continúe formándose en el habla andaluza porque a la vista del contenido de sus intervenciones parlamentarias, debe tener mucho tiempo libre.

Mientras en Andalucía nos sacudimos de vez en cuando para quitarnos la imagen de ser el décimo protagonista en las series o el bufón de la corte, usted, ahora aliada con el independentismo y al populismo, se dedica a escribir en un diario de sesiones del Senado español que su acomodo en Madrid le permite maltratar nuestro castellano particular y su atrevimiento y diabluras en el exordio de su discurso no hace más que preocuparme sobre su vocabulario y su concepto más íntimo del andaluz y su expresión verbal como herramienta comunicadora con el prójimo. Así que, chiqui, haga usted el favor de caminar con elegancia por la villa de Madrid porque ni ellos son villanos ni nosotros miarmas.

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