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Actualizado: 30 dic 2022 / 08:00 h.
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  • Fotografía de archivo, tomada en mayo de 2004, en la que se registró al legendario exfutbolista brasileño Edson Arantes do Nascimento 'Pelé', en Sao Paulo (Brasil). Pelé falleció este jueves, 29 de diciembre, a los 82 años. EFE/Caetano Barreira
    Fotografía de archivo, tomada en mayo de 2004, en la que se registró al legendario exfutbolista brasileño Edson Arantes do Nascimento 'Pelé', en Sao Paulo (Brasil). Pelé falleció este jueves, 29 de diciembre, a los 82 años. EFE/Caetano Barreira

Acaba de morir Pelé, que fue el rey del fútbol en ese país que no sabría entenderse a sí mismo sin este deporte. También nos dejó Maradona, al que consideraban un dios sin haberse sometido a ninguna monarquía. Está muriéndose uno de los papas. Y nuestro rey, el otro, sigue por Oriente sin intención de regalarnos nada, aunque lo mismo ha venido a dar una vuelta y no nos hemos enterado, que hoy todo es relativo... Era de eso de lo que quería escribir: de la relatividad del dogma en los tiempos que vivimos. Los signos de los tiempos, que dirían otros santos padres. Hace solo veinte años, por no exagerar, hubiera sido imposible que Pelé o Maradona pudieran llegar a morirse, qué disparate; que asistiéramos a la agonía del otro papa, mientras el actual no descarta retirarse; que tuviéramos un rey en Occidente y otro en Oriente, ambos de España...

Pero el tiempo pasa y, tal vez, sirva para consolidar ese axioma por el que la humanidad debiera humanizarse más en el convencimiento de que efectivamente nadie es imprescindible. Nadie. Ni el papa de Roma, que en un derroche de pragmatismo ha terminado reconociendo, sin escándalos, que es solamente el representante circunstancial, simbólico, temporal, sustituible, de carne y hueso, falible... de Dios en la tierra, pero no Dios en la tierra. También Pelé pudo ser una imagen reflejada de la divinidad en el fútbol. Y hasta cualquiera de nuestros reyes podría haber sido una estampa idealizada de lo que supone reinar en la caverna de Platón.

Pero el mayor aprendizaje de esta relatividad de los últimos tiempos, la mayor lección -que nada tiene que ver con la temida dictadura del relativismo- es que vivimos rodeados de imágenes platónicas que no son, al fin y al cabo, más que imágenes. Sí, también Messi es una imagen. Muy perfecta, todo lo que ustedes quieran, pero imagen de la perfección en una de las infinitas habilidades que puede tener el ser humano. También Messi pasará, como usted y como yo.

Yo no sé si la pandemia ha terminado de consolidar esta tendencia de los últimos años, pero algo habrá tenido que ver, algo habrá influido esa eternidad de nadie recuerda ya cuántos meses en que el mundo se vio paralizado, a punto de terminarse o de explotar o de empezar de nuevo, sin que nadie en el mundo lo hubiera podido imaginar antes. Ni Pelé ni el papa de Roma.

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