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Actualizado: 31 ene 2021 / 13:33 h.
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  • E.P
    E.P

Es sabido: la repugnante especulación en torno al comercio de las vacunas del covid-19 está retrasando sin fecha conocida la definitiva puesta en marcha de un plan radical de vacunación. No hay vacunas, ya lo sabemos. Pero es que tampoco hay, o al menos no se percibe, un ambicioso plan global para que la población quede inmunizada en un plazo razonable. Fíense de sus propias percepciones....¿No tienen la sensación de que no hay nada, absolutamente nada preparado para poner de forma masiva y sistemática esas breves inyecciones que deberían librarnos de esta peste contemporánea? ¿No tienen la certeza de contemplar a los políticos quemando la habitual energía en sus insoportables miserias?

Sí, de acuerdo. Repetimos que no hay vacunas. Pero el asunto nos lleva a otro plano que trasciende el ridículo e insufrible politiqueo patrio. Si la vacunación es una prioridad mundial... ¿a qué viene aguantar las vaciladas de las empresas farmacéuticas que las están fabricando? ¿No deberían nacionalizarse –o internacionalizarse- esas patentes? ¿No nos encontramos ante la mayor emergencia desde la Segunda Guerra Mundial? ¿Por qué no propicia una fabricación masiva de los dichosos botecitos?

Es que no se puede entender nada de nada o es que hay algo que se nos escapa en esta tragedia que, sin salir de la piel de toro, ha costado la vida a 80.000 personas. En tiempos de guerra hasta las fábricas de gaseosa fabrican bombas, cartuchos y uniformes. ¿Por qué no se prioriza en ese sentido? La situación es pareja al conflicto bélico, con una economía derrumbada, una población adormecida y desmoralizada y esa clase política que sigue inmersa en su mundo virtual mientras desprecian la verdad de la calle. Pues ese es el panorama...

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