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Actualizado: 13 ago 2017 / 22:31 h.
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He preferido dejar pasar unos días para que escape mi reflexión en blanco sobre negro, mi opinión y, también, mi indignación. Escribir en caliente nunca es recomendable y la visión sosegada de unos hechos hace que todo sea más cerebral y no tan visceral.

Me voy a inventar un verbo: fantasmear, y es que en este país cainita nuestro, aquel de los Machado, son muchos los que ven la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el suyo propio. Digo todo esto porque es inaceptable que un señor que es diplomático de España en Estados Unidos, un cónsul nada más y nada menos, se mofe –aunque luego afirmara que era una broma– de los andaluces y su forma de hablar o de la presidenta de la Junta Susana Díaz. El señor Enrique Sergè Valls tras ser cesado de su cargo diplomático no creo que opte al sillón F de la RAE, F como comienza la palabra fantasma o fantasmada.

Me siento orgulloso de ser andaluz, sevillano, considero que en esta bendita tierra hablamos muy bien y para gustos, al vestir, los colores, y si son rojizos mejor. Esta es una tierra tolerante, que guarda silencio y pide respeto, el mismo respeto que se podría tener hacia España no organizando referendos ilegales, creando un tipo de fobia a los turistas o vendiendo una Historia tan falsa como las pretensiones soberanistas.

En esta tierra no nos reímos de nadie, ni de los idiomas ni de la forma de hablar de los cónsules o su tierra de origen. ¡Cuánto Séneca hay suelto y cuántos humoristas malogrados hay por el mundo! Uno, al menos, en el mundo de la diplomacia y que el señor Sergè Valls se haga mirar la vista por qué en Andalucía no escribimos como él en su patético mensaje en Facebook.