Image
Actualizado: 24 abr 2021 / 11:43 h.
Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado
  • Palabras y balas

Palabras y balas. El cuento de nunca acabar.

Rafael Alberti, en tiempos de guerra de verdad, escribió un poema nocturno en el que aseguraba que "cuando tanto se sufre sin sueño y por la sangre / se escucha que transita solamente la rabia, / que en los tuétanos tiembla despabilado el odio / y en las médulas arde continua la venganza, / las palabras entonces no sirven: son palabras".

Ahora que no hay guerra, a algunos les escuecen las palabras y meten las balas en sobres sin remitente. Y eso no se puede consentir. Porque, además de una chapuza discursiva, supone un peligro público intolerable.

A quienes juegan al viejo cuento de tirar la piedra y esconder la mano, a mandar la bala y esconder la carta, a condenar la violencia y escupir palabras, a toda esa amalgama de gente tibia que se viste de demócrata solo para la foto, que solo quiere elecciones porque no encuentra otra forma más eficiente de vestirse de poder, a toda esa gente que utiliza la palabra no para debatir desde la honestidad de las ideas, sino para emponzoñar desde la virulencia de las ideologías, hay que aislarla simplemente, dejarla sola, señalarla para que se sepa que, pese a las apariencias, no juegan en el mismo terreno de juego ni con las mismas reglas. Y que, por tanto, la educación y el sentido crítico deberían bastarnos como vacuna contra tanto engaño. Otra cosa es que nos dejen. O que defendamos a diario la educación y el sentido crítico. Para que luego no nos pase lo que nos pasa.

Decía aquel poema de Alberti, de un libro significativamente titulado De un momento a otro: “Manifiestos, artículos, comentarios, discursos, / humaredas perdidas, neblinas estampadas. / ¡Qué dolor de papeles que ha de barrer el viento, /qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua!”. Casi un siglo después, los manifiestos, los artículos, los comentarios y los discursos deben seguir valiendo mucho más que las balas. Y que así sea es responsabilidad de todos, no solo de los políticos, ni mucho menos. Porque no solo de pan viven el hombre y la mujer, y porque de palabra vivimos todos.

ETIQUETAS ►