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Actualizado: 05 jun 2020 / 10:48 h.
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  • Salvador Illa, ministro de Sanidad del Gobierno de España. / EFE
    Salvador Illa, ministro de Sanidad del Gobierno de España. / EFE

Salvador Illa es el ministro de Sanidad del Gobierno de España. Fue nombrado por Pedro Sánchez para que en el Consejo de Ministros se pudiera sentar un socialista catalán con pedigrí. Y, por esa razón, le colocó en un ministerio sin apenas funciones. Un cargo que aporta prestigio, te resuelve el futuro y no da problemas. A cualquiera menos a Salvador Illa.

El destino, casi siempre, nos tiene reservadas algunas sorpresas que ponen del revés nuestras vidas. Y a Salvador Illa, un tipo culto y educado, le ha tocado vivir la peor crisis sanitaria de los últimos cien años. Sin experiencia, sin tener capacidad de liderazgo para asumir algo tan enorme como una pandemia en la que la mortalidad se ha disparado.

No voy a negar que siento especial debilidad por este político. Es de los pocos que ha intentado no echar gasolina al fuego, es de los pocos que logra mantener intacta la buena educación, es de los pocos que han tenido que dar la cara a diario sabiendo que se la iban a partir (unas veces con mucha razón y otras con muy poca).

La gestión ha sido desastrosa. Y eso no lo pienso negar puesto que estaría diciendo justo lo contrario a lo que creo. Y ha sido desastrosa de verdad, sin paliativos. Nada podía salir bien con un político recién llegado y sin saber nada sobre sanidad. Nada podía salir bien con un Gobierno lleno de políticos en proyecto, políticos que siguen creyendo que están en la cafetería de la facultad jugando a cambiar el universo entero y políticos que todavía no saben qué tipo de camión les ha pasado por encima. Pero me parece que Salvador Illa es buena persona, no ha querido destruir en ningún momento y ha tratado de hablar con las partes buscando acuerdos. Le ha tocado vivir una pandemia y convivir con la peor generación de políticos que se recuerda.

Hacer sangre a partir de aquí será fácil. Demandar a Fernando Simón, a Isabel Díaz Ayuso (la gran anomalía de la pandemia) o al propio Salvador Illa, será lo sencillo. Pero ganaríamos más si en las próximas elecciones logramos que se presenten políticos de altura y no cualquiera.