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Actualizado: 21 ene 2021 / 14:11 h.
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  • Pepe Moya.
    Pepe Moya.

Parafraseando al poeta, hace unos días que se nos “ha muerto como del rayo...” Pepe Moya, “con quien tanto queríamos” (Miguel Hernández). En estos últimos meses, Pepe miró de cara a la muerte; peleó con bravura contra el dolor y la enfermedad, con fuerza, con tenacidad... la fuerza y la tenacidad que lo caracterizaron siempre. Le pudo el cáncer. Le ganó el pulso. Pero estoy seguro de que ha ganado la Vida con mayúsculas. Dios le ha abrazado con ternura y misericordia y habita en la Luz.

Desde el lunes, la prensa, los medios, las redes... se han hecho eco de su partida y todos han señalado unánimemente su valía, su entrega, su gran capacidad de trabajo, su perfil de hombre de éxito en el mundo empresarial, su gran profesionalidad. No le quito una coma a todos los elogios que, justamente, le han dedicado al empresario, al economista, a su gran proyección como hombre público. Permitidme que hoy recuerde al hombre, a la persona, al entrañable ser humano que ha sido Pepe Moya.

Nos conocimos tan solo hace unos años. Un amigo común nos presentó. Debo decir que ha sido para mí un camino de amistad sincera, de encuentros de tú a tú en los que he conocido a una persona excepcional; momentos de confidencias, de complicidades, de compartir sueños... siempre con una mirada abierta, magnánima, profética. Porque así era Pepe, un hombre de grande horizontes, de mirada ancha y generosa, de lectura inteligente de la realidad y con una capacidad inusual de prospectar el futuro. Me abrió el corazón como se le abre al amigo. Tuve el honor de acompañarle por los vericuetos del alma. Me sentí privilegiado por adentrarme junto a él en la espesura de su rico mundo interior, de tocar con mano su exquisita sensibilidad hacia las personas, especialmente hacia su esposa, a quien adoraba; hacia sus hijos a los que quería con locura y de los que se sentía orgulloso; hacia sus nietos, que eran la delicia de Pepe en estos años de progresiva jubilación.

Descubrí en él a un hombre apasionado por la vida. Humanista y culto, fue nombrado académico en la Academia de las ciencias sociales de Andalucía 2019. Amante del arte y de la buena literatura. Le encantaba una buena tertulia y una comida distendida entre amigos. Bético, cofrade, sevillano y andaluz, fue nombrado recientemente hijo predilecto de la ciudad.

Profundamente creyente. Deseoso de ser mejor cada día. Con una gran preocupación por los demás, especialmente los más vulnerables y necesitados. ¡Cuánto disfrutaba viniendo a nuestra casa y saludando a los jóvenes del proyecto de acogida! Soñábamos juntos con replicar el proyecto en Madrid y ya acariciaba la idea de una casa para chicos sin recursos el año que viene en la capital. Apostó por mejorar la realidad de las personas y siempre me pedía que le ayudara a canalizar toda esa necesidad que sentía de echar una mano a quien más lo necesitara. Su presencia frecuente, discreta y humilde en el hospital de la santa caridad atendiendo a los mayores y enfermos; su implicación, junto a Concha y la fundación Persán, en la obra social de los salesianos en las tres mil; la capacidad para generar puestos de trabajo y dar oportunidades a personas con dificultad; su colaboración con la bolsa de caridad de numerosas hermandades en Sevilla; y tantos y tantos gestos de los que nadie sabe... porque lo que haga tu mano derecha que no lo sepa tu izquierda. Éste era Pepe. Un volcán. Todo corazón. Tantas veces me dijo: “Dios me ha dado mucho en la vida, ahora solo pienso en cómo dar también yo a los demás”.

Pepe ha sido un buen esposo, un buen padre y un buen amigo. Un hombre bueno, en el sentido más machadiano de la palabra. Guardemos con celo su recuerdo agradecido. Hagamos tesoro de todo lo que de él hemos recibido y continuemos, como a él le gustaría, haciendo el bien a todos y mirando a la personas y a la realidad con magnanimidad. Descansa en paz, amigo mío. Te debemos mucho.

José Miguel Núñez es Salesiano.