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Actualizado: 08 mar 2018 / 10:00 h.
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  • Poder sobre ti misma

¿Quién es la mujer? la que te dio el ser y te ha visto crecer; la que sabe conjugar, del derecho y del revés, todas las formas del verbo «atrever»; la que, a pesar de las trabas, consigue emprender; la que siempre está dispuesta a tender puentes para un entendimiento eficiente; la que aprecia al compañero, sin esperar a que la apreciaran a ella primero; la que alumbra al mundo entero; la trabajadora que se entrega con esmero; la directiva que, con ingenio y mano izquierda, no pocas balas esquiva para hacer valer sus iniciativas; la becaria que recién empieza en el mundo laboral y rápidamente aprende que, para ser competitiva, no basta con ser buena: tiene que ser genial; la reportera de guerra que, para informarte de la más cruda actualidad, la vida se llega a jugar en todo un alarde de profesionalidad (y aún hay quien no la sabe valorar al grito de: «¡este no es tu lugar!»); la abuela con cuyas historias el tiempo vuela, ejemplo viviente de la constante superación de toda una generación; la filósofa que te enseña que sus ideas no son cosa de mofa y, con sus éxitos, rima más de una estrofa; la bombera que para apagar el fuego de la discriminación no usa la manguera sino que se vale de un espíritu de servicio de primera; la doctora que con una sonrisa te atiende, aunque sea a deshora; la abogada que lucha por defender tus derechos (aunque de cristal, le quieran poner un techo); la camionera que no se exaspera ante una actitud grosera; la mecánica cuya destreza es del tamaño de África; la taxista que nos lleva en dirección evolución; la militar que pone su vida a tu servicio demostrando, a diario, que es más que apta para el oficio; la fontanera que desatasca las tuberías llenas de prejuicios; la pensionista que sostiene a la familia como la mejor de las equilibristas; la aviadora que nos hace volar con su actitud rompedora; la ganadera con madera de triunfadora que te enseña que, de progresar ¡ya es hora!...Sí, amigos, la mujer es todo eso (¡y más!) pero, ante todo, la mujer es un ser humano con dignidad, deberes y derechos; y por ese sencillo hecho de ser persona, merece ser respetada, valorada y querida.

Ni machista ni feminista: ¡humanista!

No os equivoquéis, esto no es un alegato sobre la superioridad de la mujer. No se trata de eso. No soy ni machista ni feminista, ¡soy 100% humanista! entendiendo el término «humanista» como fan, defensora y entusiasta, en general, del género humano, al que todos pertenecemos. Aquí nadie es mejor que nadie por el hecho de haber nacido hombre o mujer, compartimos el mismo fondo (la humanidad), lo que nos diferencia es la forma (física, el carácter, el nivel de desempeño, los gustos, las capacidades...).

Mary Wollstonecraft, destacada filósofa inglesa del SXVIII, afirmaba: «No deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres sino sobre sí mismas» ¡he ahí el quid de la cuestión! la verdadera conquista de la mujer es un logro de carácter interior –pero con una amplia repercusión en el exterior–: amiga, esto va de que tengas poder sobre ti misma y lo disfrutes. Poder de decidir, poder de hacer, poder de expresar, poder de gobernar, poder de emprender... No hay que esperar a que nadie te de permiso, ¡el permiso te lo debes tú, a ti misma!

¿Cobradoras de deudas o generadoras de riqueza?

Puedo imaginar lo que algunas estaréis sintiendo y pensando, y es cierto. Si echamos la vista atrás, hay una cierta deuda histórica con las mujeres que, por anticuadas costumbres sociales, la educación de la época, la desfasada «cultura de los roles» o simplemente por la comisión de flagrantes injusticias, se vieron relegadas a un segundo plano y no pudieron vivir sus vidas como les hubiese gustado porque la brutal condena social era un precio demasiado alto a pagar a cambio de hacer uso del poder que tenían sobre sí mismas en tanto que a seres humanos (y no para imponerse a otros sino simplemente para ejercer el derecho natural de vivir su vida, dignamente, con respeto). Es cierto que muchas oportunidades se perdieron (con sus consecuentes aportes a la humanidad), tomar conciencia de ello para no volver a repetir los mismos errores es importante, pero también es cierto que estaríamos incurriendo en una pérdida aún mayor de tiempo y energía si, desde nuestro hoy, dedicasemos nuestros esfuerzos al mero revanchismo que llevaría a una suerte de «guerra de sexos» que no sería más que un gran sin sentido, puesto que todos somos del mismo equipo: el humano.

Pregúntate: ¿Qué somos: cobradoras de deudas o generadoras de riqueza? la diferencia es sustancial para la salud de tu corazón y de tu cabeza. Las cobradoras de deudas viven en una actitud defensiva constante y no desperdiciaran la más mínima ocasión para hacerle cualquier reproche simplón a los hombres, sin darse cuenta de que con esa conducta vengativa lo que perpetúan son las ansias de venganza y, por ende, no están contribuyendo a crear una realidad más positiva y equitativa; por el contrario, se quedan instaladas en el pasado, sin poder recuperar las oportunidades que se perdieron en su momento y permitiendo que se les escapen las nuevas posibilidades del presente (cada cual es muy libre de elegir, pero probablemente ésta no sea la opción más inteligente...). Por otro lado, tenemos a las generadoras de riqueza que se caracterizan por su actitud constructiva, no pierden el tiempo viviendo en el pasado (donde su acción ya no es efectiva) sino que cautivan al presente con sus ideas inteligentes, con su conducta valiente crean nuevas oportunidades en nuestro ahora, ¡se saben y se sienten triunfadoras! porque aportan valor a la sociedad desde el punto y hora en el que deciden darse permiso para tener poder sobre sí mismas, no sobre los hombres, sino sobre sus propias vidas. La decisión no es fácil, la vida de una generadora de riqueza no es un lecho de rosas pero para superar las dificultades cuenta con la fortaleza de su carácter y la certeza de que, con su ejemplo, está contribuyendo a mejorar las cosas; de tal forma que cuando sus hijas y nietas miren hacia atrás se sientan orgullosas y esto las lleve a tomar el poder sobre sí mismas desde mocosas.

¡Que voy!

Comentaba el escritor británico Bertrand Russell: «cuando una mujer sabe a dónde va, el mundo entero se aparta para darle paso» ¡así es! este abrazo entre el reconocimiento externo y la convicción femenina sucede cuando la mujer se concede poder a sí misma, genera una clase de confianza y emana una personalidad tan arrolladora que el resto del mundo disfruta siendo testigo de su éxito. Si sientes que «el mundo» no te deja pasar, repásate: es posible que te falte dirección (no sabes exactamente a dónde quieres llegar) o convicción (no te has dado poder a ti misma). No es culpa del mundo, el mundo es el que es y cambia a su propio ritmo; sin embargo, tú dictas el ritmo de tu evolución (personal y profesional), tú decides hasta dónde quieres llegar y obrarás en consecuencia ¡así es como se marca la diferencia y se consigue pisar el acelerador del cambio con eficiencia!

Si Coco Chanel estuviera aquí, es más que probable que suscribiera estas ideas; en su día, ella ya lo dijo: «el acto más valiente que una mujer puede hacer es pensar en voz alta por sí misma» ¡atrévete! ¡no te calles! pues escuchándote a ti misma es más probable que la satisfacción personal halles. Nada de modestias ni anonimatos, ¡firma con nombre y apellidos cada logro que en esta vida hayas conseguido!, tal y como advertía Virginia Woolf: «me atrevería a aventurar que Anónimo, que tantos poemas escribió sin firmarlos, era a menudo una mujer», no firmar los pasitos que das en pro de tus pequeñas victorias cotidianas equivale a dejar sin legado el mañana y crear el caldo de cultivo de oportunistas que en cuanto tienen un éxito (ajeno y huérfano) a la vista, en seguida se lo apuntan en su lista, ¿te has parado a pensar la repercusión histórica que hubiese tenido si nombres de la talla de Marie Curie, Mary Wollstonecraft, Virginia Woolf, Coco Chanel, Simone de Beauvoir o Amelia Earhart hubiesen sido omitidos? El mejor favor que puedes hacerte a ti misma y a la sociedad es llenar nuestro hoy con un convencido «¡que voy!» (y firmarlo).

Haciéndote a ti misma

«La mujer no nace, se hace» que diría Simone de Beauvoir, y la que fuera pareja de Sartre tenía razón. Ser MUJER supone ser una Maestra Única y Justo Ejemplo de Resiliencia, y la maestría, la justicia y la resiliencia no son habilidades innatas sino que necesitan de tiempo, conciencia y dedicación para lograrse. Mírate bien, lo que eres hoy es fruto de tus acciones de ayer: es importante que sepas esto si tu propósito es crecer y conectar con tu esencia de MUJER. Para seguir «haciéndote», lo mejor es empezar «conociéndote». La MUJER es, por un lado, Maestra Única porque en esta vida no hay nada tan seguro y tan original como el amor y la entrega de una madre, ésta es una lección vital que te acompañará durante toda tu vida (lo dice quien disfrutó durante 32 años de la devoción incondicional de esa Maestra Única: mi madre); por otro lado, es Justo Ejemplo de Resiliencia porque las mujeres tenemos una capacidad asombrosa para reponernos a los impactos del medio, absorber los golpes y seguir hacia adelante progresando y aprendiendo a paso de elefante, ¡que pocas cosas hay más elegantes que la superación constante! Quizás esto de ser Justo Ejemplo de Resiliencia se lo debamos a la intuición femenina, gracias a ella podemos descubrir como reaccionar tras la adversidad (incluso ahorrarnos alguna), pero como subrayaba Jane Austen: «una intuición afortunada nunca es tan sólo cuestión de suerte. Siempre hay algo de talento en ello» (y no es de extrañar que, femenino, sea el sello).

Y vuelvo a preguntar: ¿quién es la mujer?, respuesta: quien ella quiera ser. ~