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Actualizado: 12 ago 2018 / 20:10 h.
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Es el miedo, más que las ideas, el mayor caladero de votos de la democracia española. Eliminada aquella primera ilusión de ver a los tuyos haciendo política, poco a poco se ha ido asumiendo el fracaso de lo positivo para hacernos fuertes en lo negativo. Aún recuerdo la España de González atemorizada a que la derecha «quitara la pensiones», lo cual caló en la población mayor hasta hacerla casi monolítica en el voto. Era el miedo a los otros.

No es nuevo, ya los fascismos utilizaban el miedo al enemigo externo para conjurar a toda la población en la defensa del ultranacionalismo, en la defensa de lo de aquí frente a los peligros de los de fuera. Y mucho de eso vemos en el discurso xenófobo y racista de PP y Ciudadanos cuando tratan la inmigración como el miedo al de fuera, como el peligro que está llegando y sobre el que nos tenemos que proteger. Las capas sociales más desfavorecidas son el caldo de cultivo de estas políticas xenófobas del miedo y la única forma de atraer a un electorado al que no se defiende con políticas sanitarias, ni educativas, ni sociales.

Y el miedo en lo interno. Casado y Rivera coinciden en el discurso del miedo a Podemos, una especie de bolcheviques quemaiglesias que nos quieren llevar a la Venezuela bolivariana. Tampoco es nuevo, la IU de Anguita ya sufrió esa masacre por parte del poder mediático y los dos grandes partidos. Pero yo les tengo miedo a ellos, a las cosas que dicen, miedo a que la ultraderecha ya esté sentada en el Congreso, a que utilicen las instituciones como trampolines populistas contra la propia democracia. ~