Image
Actualizado: 24 ene 2023 / 04:00 h.
Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado
  • Foto: EFE
    Foto: EFE

Que quería hacerles partícipes desde hace tiempo de una noticia -para mí lo es- algo antigua. Vengo observándola, pero con tanta actualidad he ido postergando el gozo de compartirla con ustedes que tienen la paciencia y el acierto de leerme a menudo. Se nota a la legua que son ustedes inteligentes, en este diario no hay que pagar nada por leernos a los eximios columnistas y articulistas que firmamos aquí, anda que voy a pagar yo por leer a ciertos nombres ilustres a estas alturas de la vida cuando los tengo gratis en otros medios, entre ellos, en éste.

Tras el preámbulo que he escrito porque me ha salido de mi eminente cerebro, les apunto la noticia: hay más gorriones. Me parece que se estaban agotando o que se habían ido a un mundo mejor que el urbano y rural que le ofrecemos, incluso al otro mundo, al celestial, que no sé cuál será el de los gorriones, tal vez al lado de San Francisco de Asís o de San Antonio o del mismo Espíritu Santo, que para eso se manifiesta en forma de paloma, o junto a Gustavo Adolfo Bécquer que escribió el Libro de los gorriones y supongo que el autor de las Rimas estará en el cielo porque antes de morirse en 1870 de un enfriamiento que agarró en lo alto de un trolebús de los de entonces, tuvo tiempo para arrepentirse de haber criticado a los Borbones y de gustarle la compañía de esas mujeres a las que se les llama de mala vida.

Por cierto, recordemos que el Libro de los gorriones estuvo a punto de publicarse -con otro título tal vez y con todas o casi todas las Rimas- hacia 1868 cuando Bécquer reunió gran parte de su producción y se la entregó al ministro de Isabel II, Luis González Bravo, con tan mala fortuna que en 1868 estalló la movida que quitó del trono a la mentada reina y al citado ministro cuya casa asaltaron los revoltosos que terminaron con todo, incluidos los gorriones de Bécquer. Dice Pilar Alcalá: “Durante el saqueo de la casa del ministro se perdió el manuscrito de Bécquer. Siendo los hermanos Bécquer afines a la reina, perdieron sus empleos y se exiliaron a Toledo, donde residieron más de un año en una casa de la calle San Ildefonso. Y será en esta casa donde Gustavo reescribirá de memoria las Rimas que se habían perdido. El segundo manuscrito de las Rimas, escrito en Toledo, es el que se conoce como Libro de los gorriones”.

Lo que yo quería decir con esto de que desde hace tiempo veo a más gorriones es que mi alegría reside no sólo en contemplar que la vida se abre paso, en este caso por el aumento de las bandadas y grupos de gorriones que observo en campo y ciudad, sino que mi alegría es especialmente intensa ya que, aunque soy consciente de que para algunas cosechas son dañinos, el gorrión es un ejemplo de inteligencia y de resistencia y, como dijo Napoleón y confirmó Camilo José Cela, el que resiste, gana.

¿Han visto el comportamiento de los gorriones en las calles de las ciudades? Atisban algo comestible en medio de una rúa bastante transitada y se arriesgan a zampárselo aunque los pueda aplastar un coche. Pocos gorriones he visto aplastados, vamos, es que no me acuerdo de ninguno. Los micos estos se las arreglan para agarrar la presa y llevársela antes de que llegue el automóvil. Pero si es demasiado grande tienen capacidad para comérsela mirándola con un ojo al tiempo que con el otro otean si viene el peligro. Y si viene lo esquivan y luego siguen comiendo y así sucesivamente hasta el final del banquete.

Cuando yo era un chiquillo ponía perchas en el campo aljarafeño para capturarlos. Y un día me di cuenta de que los tíos se las arreglaban para comerse el cebo -una migaja de pan- picándolo suspendidos en el aire mientras movían intensamente sus alas, en plan helicóptero, vamos. La percha saltaba pero no los cogía. ¡Puñeteros! Eso se llama adaptarse al medio, sobrevivir, es por ello por lo que admito a estos micurrios y tomo nota de sus enseñanzas para ir yo por la vida.

ETIQUETAS ►