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Actualizado: 19 feb 2019 / 00:48 h.
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  • Momento de la votación en un colegio electoral. / EFE - PACO CAMPOS
    Momento de la votación en un colegio electoral. / EFE - PACO CAMPOS

No son pocos los que, a mí alrededor, dicen no saber a quién votarán en las próximas elecciones generales. Normal. Porque es difícil pensar que los políticos españoles representen, realmente, a tantos millones de personas que se levantan cada mañana para trabajar duro o estudiar con ahínco o cuidar de los nietos. Porque es difícil soportar un mundo tan injusto, tan desigual y tan repleto de abusos y que, todavía, te queden ganas de votar. Es muy complicado fiarse de un grupo de personas que fallan una y otra vez a millones de personas. Agotador.

Sin embargo, la realidad se impone y quedan pocas posibilidades. Los políticos piensan más en los votos que en las personas, pero eso es lo que hemos fabricado entre todos. Nadie puede escurrir el bulto y cargar la culpa de todo a una sola parte. Acomodarse tampoco es bueno ni ayuda a que mejore la situación. Lo mejor es acudir a los colegios electorales.

Sea la que sea la opción que votemos debe ser elegida desde la sensatez, desde la prudencia, desde la certeza de que el futuro de todos quedará en manos de unos pocos. Y hay que votar porque nunca cambiarán las cosas si no se modifican desde dentro, desde el núcleo. Cualquier otra cosa es asediar un castillo inexpugnable. Hay que ir a votar. Si alguien quiere cambiar las cosas debe votar asumiendo que todos estamos metidos dentro de una espiral que solo desde dentro podemos hacer añicos o conservar. Los cambios deben proponerse en las urnas. De momento es lo que tenemos. No ejercer el derecho al voto hace que las quejas posteriores apenas tengan valor.

Todos debemos acudir a votar porque han sido muchos los que han perdido la vida para que, ahora, podamos votar, fueron muchos los que sin tener nada consiguieron que tuviéramos mucho, muchos murieron a cambio de poder ofrecernos nuestra libertad. La única forma de mejorar nuestra realidad es votar y hacerlo con cabeza, alejados de fanatismos y cegueras estúpidas.

Que nadie espere que los políticos realicen esfuerzos ideológicos o intelectuales para que elijamos con criterio sólido, que nadie espere nada de ellos que no sea intentar amontonar personas en los mítines para vender la imagen en las pantallas de televisión. No les interesa la inteligencia, ni las ideas porque eso supone una auténtica ruina para los intereses que persiguen. Seamos coherentes, seamos sensatos y tratemos de convertir el futuro en algo más nuestro.

Esto seguirá siendo lo mismo si dejamos que así sea. Pensemos y votemos en conciencia, votemos pensando en el bien común. No nos queda otra.