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Actualizado: 25 abr 2020 / 12:14 h.
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  • Porque la vacuna llegará tarde

La principal evidencia de la pandemia no es otra que la defección del sistema capitalista, que, en plena crisis, -todavía mueren alrededor de cuatrocientas personas diariamente- no sólo se encontraba reduciendo gastos en sanidad, sino que ha sido incapaz de asegurar, no ya material sanitario para la población, sino para los propios médicos y enfermeros; e incluso hemos asistido a la insuficiencia de respiradores y hasta la selección de quién tiene la preferencia en morir.

La izquierda ha olvidado proyectos emblemáticos como la sanidad universal, que no consiste en el acceso ilimitado en términos cuantitativos, sino cualitativos, a la salud; como también, la educación pública y gratuita, incluso por delante de la denominada enseñanza obligatoria.

Hemos entregado los recursos a los centros privados, (en el casco histórico de Sevilla, sólo subsiste una Guardería pública en forma de cooperativa) y las universidades privadas superan los proyectos para todos los ciudadanos sin distinción, donde los medios son quimera comparativamente.

En el deporte, las academias de millonarios profesionales (más que deportistas), han suplido la tarea redistributiva de los recursos públicos y todas los esfuerzos gubernamentales se centran en el futbol, -ya es hora de “pan y circo”- y si de paso alguno muere, todo sea por Dios, la patria y el Rey.

Han pasado los tiempos en que las vacunas se constituían sin patente o propiedad intelectual, como es el caso de la de la polio o el sarampión. Las farmacéuticas han descubierto que es mucho más rentable descubrir tardíamente un remedio que prevenir miles de victimas.

Hasta sonroja ver al Presidente de un Colegio de Médicos promocionando sus negocios pediatricos, mientras los facultativos mueren o se infectan en los vetustos Centros sanitarios por doquier, sin que nadie haya hecho mención (quién se acuerda) del que fuera Hospital Militar. Lejos quedan Barroso y otros, que con sus defectos y virtudes, creyeron que el alma de la salud eran los profesionales de la medicina y no sus ocupadores privados o privatizados. Ayer precisamente moría el primer médico sevillano por el virus. Lamentable.

Así las cosas, tardará la vacuna, que cuanto más se dilate, más beneficios para el sector, como si el calentamiento global no hiciera predecir otras epidemias sistémicas análogas en el futuro.

En todo este hedor, ni siquiera se intuyen movimientos ciudadanos, salvo en USA, donde, a pesar de su renuncia, Bernie Sanders ha conseguido reabrir iniciativas reivindicativas en derredor de la educación y la sanidad.

Aquí se denosta cualquier protesta civil. Baste leer la coordinación de noticias en el dia de hoy, “desmontando” -todos a una- a Spiriman. Quien se rebela o protesta pasa a la condición de muerto civil...

Y así hasta el infinito, que si alguien ve luz en la maraña judicial más allá de Despeñaperros, será cuando a nadie importe, ni concierna.

Es pues el tiempo de los chivos expiatorios.

Para Trump, la Organización Mundial de la Salud; para Pedro Sánchez, la libertad de expresión, que toda aproximación a la verdad merece ser calificada de infundio.

Frente a ello, solo queda la esperanza en los ciudadanos, en la solidaridad que siempre recae en la clase trabajadora, como los blancos que subían al autobús junto a los negros; o aquellos jesuitas, que amparados por Arrupe, incluso quemaban los archivos militares de Vietnam.

Y es que al final de todo, siempre nos quedará Dios. Sí, no tengan duda, Dios nos ampare.

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