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Actualizado: 02 ene 2022 / 04:00 h.
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  • ¡Quiero experimentar!

Dos sencillas palabras que encierran toda una declaración de intenciones: «¡quiero experimentar!». La dueña de tan enérgico discurso es mi sobrina Noelia, de 5 años. Veréis, el día de Navidad estábamos estrenando un juego de crear chuches, al abrir la caja descubrimos un montón de sobres de sabores en polvo, moldes con un sinfín de formas, un par de vasos mezcladores e instrumentos para medir...

- ¿Qué hacemos?- le pregunté divertida a mi sobrina-.

- Creo que hay que leer las instrucciones- respondió rascándose la cabeza-.

Cogí la libreta de las instrucciones y empecé a leer. En realidad, todo se sintetizaba en elegir un sobre de sabor y mezclar la mitad con la cantidad de agua indicada.

- ¿Qué estás haciendo?- preguntó, Noelia, curiosa, acercando su cara a los «instrumentos medidores»-.

- Estoy midiendo la cantidad de polvo de sabores y la cantidad de agua que hay que echar, a ver...- le respondí poniendo mucho cuidado-. Luego hay que ponerlo todo en el mezclador y agitar durante 20 segundos -me dispuse a agitar mientras contaba en alto- ¡Ya lo tengo!- continué, contenta-.

Acto seguido empecé a echar la «mezcla» en varios de los moldes con forma de fresas, limones, culebras (con mucho cuidado de no salirme de las formas).

- ¿Ves, Noelia?-pregunté, orgullosa de la creación- ¿Noelia?

Me empecé a reír cuando descubrí que la intrépida de mi sobrina había abierto ¡4 sobres de sabores más! y estaba haciendo... La verdad es que no sabía muy bien el que...

¡Quiero experimentar!


- ¿Qué haces, Noelia?

- ¡Chuches!

- Pero... ¿y las medidas?- interrogué, riéndome-.

- Eso no importa... ¡Quiero experimentar!- concluyó entusiasmada mientras alzaba los brazos y sonreía-.

Dejé los instrumentos medidores a un lado e hicimos las cosas al «modo Noelia».

- ¿Qué molde quieres para echar la mezcla?- quise saber al tiempo que le enseñaba varios-.

-¡Esto!- contestó cogiendo la tapa de uno de los moldes, que no era un molde en sí mismo, sino, simplemente, un rectángulo-.

- ¿Ahí?- dudé señalando aquella tapadera-.

- ¡Sí!- respondió con convicción y sin perder ni un segundo, echó la mezcla ahí-.

Llevé su «molde» al frigo y tras esperar 1 hora, nos dipusimos a probar las chuches, o mejor dicho «la chuche» porque la rectangular «tapa-molde» de Noelia con aquella mezcla de limón, piña, fresa y coca-cola había adquirido la forma de un compacto bloque de color mayormente amarillo.

- ¡Mira, Noelia, se parece a Bob Esponja!- señalé riéndome-. A ver, coge un trocito...

Noelia tomó un trozo de aquel «improvisado Bob Esponja» y...

- No está muy bueno...- respondió mientras se sacaba la chuche de la boca y la dejaba en una servilleta-.

Yo no podía parar de reírme... De acuerdo con que el «invento» no salió como esperábamos pero... ¿y todo lo que nos habíamos divertido en el proceso? Noelia no tenía ganas de seguir las normas y ese «quiero experimentar» dió paso a una mezcla de diversión + aprendizaje, ¡dos ingredientes básicos del vital bagaje! Estoy segura de que si Edison hubiera estado allí, habría dicho que habíamos descubierto la fórmula de la «antichuchería»...

Noelia nos brinda una importante lección: aunque el resultado final sea diferente, lo importante es hacer tuyo el proceso, ¡experimentar, disfrutar sin miedo a equivocarte, hacer de la diversión un verdadero arte! Mi sobrina me hizo recordar que la mecha del aprendizaje sólo se prende con el fuego de la ilusión en acción... Y es que para crecer (en tooodos los sentidos) hay que dejar hacer...

En la próxima ocasión en la que sientas que el estrés de las normas te empieza a agobiar, recuerda lo que diría Noelia... «¡Quiero experimentar!».