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Actualizado: 22 feb 2021 / 20:14 h.
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  • El rector de la Universidad de Sevilla, Miguel Ángel Castro.
    El rector de la Universidad de Sevilla, Miguel Ángel Castro.

La terrible pandemia del coronavirus está causando en España una mortandad enorme. Lo crucial es el cúmulo de vidas que se lleva por delante. Ante esa realidad irreparable, se antoja nimio y extemporáneo lamentar la suspensión de las fiestas populares e identitarias: carnavales, fallas, procesiones, ferias,... Al contrario, reducir el número de contagios y fallecimientos gracias a evitar concentraciones multitudinarias es el motivo de celebración que debe estimular a quienes tienen protagonismo social en su organización. Lo único que ha de preocupar en esa vertiente es ayudar a las empresas y trabajadores cuyo sustento anual se basa en dar soporte a la diversión de propios y extraños.

Desde todos los ámbitos institucionales, corporativos y cívicos de España se dice tópicamente que la Educación, con mayúsculas, es la base del desarrollo y bienestar de una sociedad. Pero España flaquea mucho a la hora de situar al funcionamiento del sistema educativo como el motor del país. Pasotismo que es aún más pernicioso en una época de total transformación del marco de competencias y habilidades para los empleos del presente y del futuro. Esa indolencia, que tiene sus raíces en multitud de rémoras históricas, se retroalimenta hoy en día con la escasa consideración que la posmoderna e hiperconsumista inercia de las relaciones sociales le atribuye a la educación y a la formación. Como si no fueran a la vez un imperativo ético y la madre de todas las oportunidades. Ahora toca retratarse en una insospechada coyuntura. Al suspenderse las fiestas locales, en las que era costumbre paralizar la actividad en colegios, institutos y universidades durante varios días que son laborales en el calendario general de la población, ¿tiene sentido mantenerlos como periodo de descanso? A mi juicio, no. Demasiados días y horas de docencia y aprendizaje se han perdido tanto en el curso pasado, desde marzo de 2020, como en el curso actual, por multitud de dificultades e incidencias causadas por la emergencia sanitaria (confinamiento, imposibilidad para muchos alumnos de seguir las clases online desde casa por falta de internet o de ordenadores, etc.), para además dilapidar varios días de festividades inexistentes.

En ciudades como Valencia se ha decidido por parte del Consejo Escolar Municipal mantener como vacaciones escolares el martes 16, miércoles 17 y jueves 18 de marzo, pese a que no hay semana de Fallas. El criterio que así se marca para conformar la mentalidad del alumnado es que tiene más importancia el descanso que el trabajo. Son más inamovibles las jornadas de parón que las de formación. Se puede anular en el calendario una jornada lectiva por los riesgos que depara un fuerte temporal, y es buena esa decisión para evitar que adultos y menores sufran percances. Pero no se puede reformar el calendario escolar en sentido contrario cuando con meses de antelación se sabe que no tendrán lugar las fiestas tradicionales.

El rector de la Universidad de Sevilla, Miguel Angel Arroyo Castro, se ha atrevido en la capital andaluza a ejercer la responsabilidad de proponer a los responsables de todas las facultades que la semana del lunes 19 al viernes 23 de abril la actividad en el campus sea académica a todos los efectos, por cuanto sin Feria en la ciudad no hay argumento que sostenga la paralización de la actividad ni dentro ni fuera de las aulas y laboratorios. Animamos al rector a conseguirlo en el consejo de gobierno de la Hispalense. Seguro que se va a topar con resistencias inmovilistas. Confío en que le secunden no solo los demás rectores de las universidades andaluzas, sino los equipos directivos de todos los colegios e institutos de municipios andaluces que tienen sus ferias y romerías en meses de primavera. Y los portavoces de todos los partidos políticos. Es una decisión que tiene un importante valor añadido: resituar a la Educación como la prioridad en la organización de la sociedad. Y en Andalucía es aún más importante para marcar tendencia hacia dentro y hacia fuera. Necesitarnos vacunarnos del daño que ha causado a nuestra prosperidad la decimonónica y romántica 'fake news' que hizo creer a Europa que la identidad de los españoles, y sobre todo de los andaluces, era exótica, más proclive a divertirse que a estudiar y trabajar. Todavía hay muchos paisanos que le dan veracidad a ese falaz sambenito, que ahora está camuflado en el buenrollismo conformista.