El rostro: esa parte que tanto dice o miente de nosotros (bellísimos en personalidades bizarras o feos en maravillosas), es uno de los aspectos en los que incide esta exposición, que hasta el 16 de febrero podrá visitarse en la sala Antiquarium, del Instituto de Cultura y Artes del Ayuntamiento de Sevilla, al frente de la cual y de su extensa (e intensa) programación se encuentra Javier Fito.
Organizada por Loving Art Andalucía y Magasè Art Gallery y comisariada por Blanca Molina, Fernando Mañes e Ignacio Díez Laso, incide en la importancia que han tenido las facciones humanas en las diferentes civilizaciones hasta llegar a hoy, en que los 40 autores que la integran, se siguen preguntando por sus diferentes modos de representación tanto desde los criterios figurativos como abstractos.
Los subtítulos de la muestra –alma, emociones y máscaras y la pregunta explícita que lanzan: ¿somos cómo nos vemos?, hacen que tanto los artistas que se han acercado a responderla y los que lo hagamos intentando comprenderlas, tengamos que plantearnos muchas cosas, entre estas aquellas que tienen que ver con la psicología, la teología, la filosofía y la neurología, además de la pintura, escultura, fotografía, dibujo, grabado y el arte mismo.
El rostro como contenedor del alma y en consecuencia del espíritu y aún del pensamiento, las sensaciones o los sentimientos que tenemos. Como ese algo que bien pudiera entenderse como reflejo de las emociones que también somos. En suma, el rostro como espejo del interior que nos habita, es un extraordinario punto de partida y más en los tiempos actuales donde el ruido y la prisa impiden reflexionar sobre una imagen que vaya más allá de una complicada o simple manifiestación artística, para expresar además de con la perspectiva, los trazos de la materia pictórica o los materiales y formas de la escultura, ... para ir más allá del dolor, la alegría, la indiferencia, todo lo que sugieran o pretendan la imaginación y las imágenes.
El alma y sus significados desde que el ser humano tuvo conciencia de la muerte y de lo que hay más allá, y para los que se han dado miles de respuestas desde entonces, desde los egipcios, los cristianos, los budistas,... que la han contemplado como esa parte de la inmortalidad, del Todo, de lo trascendente, de las creencias sagradas. También de las profanas.
Las emociones como espejos de las creencias innatas y adquiridas, provenientes de la cultura o de la educación, de ese algo insustancial que se nombra como alma y cuyo significado es difícil de describir pues alcanza al ser y a las cosas que constituyeron su mundo, acompañaron en su camino. El alma de las personas y de las cosas. El alma de cualquier ser dotado de vida para los teístas, vertida en los rostros mejor que en ningún sitio y lugar por tanto donde se supone puede interpretarse bastante de lo que somos, pues en ellos están los ojos que condicionan voluntaria o involuntariamente nuestra mirada; la boca con las palabras y los gestos; los músculos faciales que producen un sinnúmero de expresiones.
Por otra parte las máscaras, como todo lo que ocultan, fingen, exageran ante la vulnerabilidad o se usan como exorcismo.
De estas cuestiones trata esta exposición en la que parece que cada autor (y... ¡autora!), ha dado unas de las mejores muestras de su proceso creativo, sintetizando mucho de la investigación que desarrolla en su estudio para valientemente lanzarlo ahora, en donde somos nosotros (conocedores o aficionados), los que interpretamos lo que nos dicen todos los rostros que nos observan también desde las obras.