Toda persona y no sólo los artistas, tienen –o mejor, tenemos- nuestra Arcadia Feliz aunque no la conozcamos, ese lugar en donde a todos nos gustaría existir porque representa algo así como la paz total o lo que los budistas denominan el nirvana. SANTIAGO ARRANZ tiene la gran fortuna que después de haber dado la vuelta casi por medio mundo, encontrado en un lugar no demasiado lejos de su Saviñánigo natal (Huesca), en uno de los fértiles valles a los pies de los Pirineos. Y es que ese lugar no se busca, sino que se encuentra, o es él el que nos encuentra a nosotros.
Puede que haya formado parte de nosotros sin que nos hayamos dado cuenta hasta descubrirnos dentro de él como si nos albergara o le formáramos parte. Esa cualidad debe tener sin duda Las Maigüalas, ese trozo del Planeta donde SANTIAGO ARRANZ construyó primero su estudio y a partir de este verano un Centro Cultural donde exponer a otros autores que como él, encuentran en el Arte la razón de su vida y de su sosiego interior. También a escritores, a agentes culturales y haciendo un juego de palabras como los que tanto le gusta a él, a gentes de lo más variopinto siempre que tengan un fondo de ese algo que no se puede explicar, pero que se tiene o no, porque no son cosas que conciernen a la sensibilidad y nada o poco tienen que ver con cuestiones materiales.
SANTIAGO ARRANZ pinta por el propio placer de pintar, y eso se nota en sus obras, aunque para hacer esto -y en definitiva para considerarse o que le consideren artista- deba escindirse entre otros trabajos más rentables y este que es una incógnita, siempre de cara la subsistencia si se quiere vivir del Arte, cuestión que sólo pueden hacer los consagrados o los que tengan una fuente de ingresos por otro lado.
Se nota porque prescinde de detalles, de anécdotas, de perspectiva, formas reales, para centrarse en las sugerencias mejor que en las evidencias.
La “literatura” que tienen ahora estos pequeños formatos que presenta ahora y con los que rodea perimetralmente las cuatro paredes de este nuevo centro y estudio –o para seguir con los juegos: CENTRO DE ESTUDIO DEL ARTE ACTUAL- es algo imaginado, algo que está en nosotros de parecida manera a como ha estado en él mientras captaba los paisajes –o pasajes- que ha querido denominar como pasajeros porque ciertamente representan la fugacidad de un instante de luz, una sensación térmica, algo inaprensible como la humedad, el frío, el crecer de la hierba, el brotar de una hoja, etc.
El contacto directo con esa naturaleza mutable que nace ante sus sentidos cada día, hace que perciba los cambios sutiles que se producen, por eso sus paisajes no representan los árboles, las flores, los elementos orográficos o el hábitat de una fauna autóctona, porque sólo lo insinúan, porque son algo así como sus peculiares paisajes, surgidos de la profundidad que es él y él también representa en ese ambiente de veranos apacibles e inviernos duros, de primaveras y otoños espectaculares porque a lo que se asiste es a la juventud y a la avanzada madurez de la Tierra.