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Actualizado: 04 abr 2020 / 04:00 h.
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  • Sevilla, qué hemos hecho contigo

Ni un aplauso más porque hay quien casi lo ha convertido en el entretenimiento del día, ni una gracia más de las que recibo por WhatsApp, ni una canción más desde los balcones porque son pan para hoy y hambre para mañana y además no me animan, sino que le sirven para lucirse al que las canta. Silencio y a pensar, y a actuar y a trabajar en cuanto se pueda hacer de verdad que a ver cuándo, a ver esos test, coño, y los infectados a un lado, los menos infectados al otro y los sanos al curre todos, si bien habrá muchos que ni tenían trabajo antes ni durante ni lo tendrán después de la pandemia –si es que acaba del todo- y deben tenerlo porque es un derecho conquistado con sangre a lo largo de los siglos XIX y XX.

Ya está bien de operetas, al menos a mí sólo me parecen distracciones de un pueblo infantilizado, forofo de Tele 5 como casi todo el resto de España. No es solidaridad a estas alturas lucirse a base de actuaciones en los balcones –no lo fue nunca-, eso es buscar unos minutos de gloria a ver si te vuelves “viral” gracias al virus y son testigos de tus gestos y de tus monerías mientras más gente, mejor.

Me acosté y me levanté con mi ciudad y mi provincia como el lugar donde el paro ha aumentado más en España, sobre todo en la ciudad. ¡Qué hemos hecho, contigo, Sevilla! Tanto cantarle a qué, ¿a tu qué?, ¿color especial?, ¿se refieren al negro?, ¿al gris? Tanta Feria para fingir, tanto Rocío para pisar espacios protegidos y ganar dinero coyuntural a costa de la Virgen, tanto pregón de Semana Santa para decir siempre los mismos topicazos, buena poesía, sí, he oído en ellos, pero poemas que son flor de un día o que sólo sirven para que en los años siguientes los sigamos utilizando para regodearnos en nuestra nada. Era evidente que el turismo nos llevaría a esto, lo dije en esta misma sección, el monocultivo no es bueno, si llega una crisis lo pagaremos. Hubiera llegado de todos modos porque ya la teníamos encima, pero es que ha irrumpido ésta de la pandemia que es más cruel aún. Y así nos va.

Sevilla pre Expo: “El metro, un túnel sin salida”, afirmaban grandes cartelones publicitarios, negros. Detenidas sus obras y a pesar de eso y de no tener hoteles, construimos un estadio olímpico y pedimos unas olimpiadas, ¿caben mayores despropósitos? El tejido industrial se va deslocalizando o va quebrando. La post Expo: Cartuja 93 no es nada, sólo una zona que vuelve a llenarse de matojos mientras en Barcelona reutilizan las instalaciones de las olimpiadas, Madrid es la capital y siempre se va a defender mejor, y Valencia, sin Expo, sin capital de Europa, sin olimpiadas y a pesar de que aspiraba a ser la sede de Euronews, la primera gran cadena de TV de lo que después será la UE, a pesar de que Francia lo impidió y se la llevó Lyon, a pesar de todo, Valencia progresa porque siempre ha gozado de una infraestructura industrial y agroindustrial poderosa.

Poco a poco Cartuja se recupera, pero cuando en 2003 se trasladó allí la Facultad de Comunicación en la que trabajo, daba paseos por esos terrenos y aún veía conejos entre los solares de las obras paradas de los edificios. Cuando lo contaba no me creían porque no sabían que, siendo yo un niño, mi padre, valenciano, me llevaba por allí a coger setas de chopo entre toda aquella maleza. Aún está abandonada buena parte de La Cartuja. Me da vergüenza, por ejemplo, deambular por los terrenos donde se levantan mercadillos, ¿cómo se puede tener eso así?, ¿cómo se ha podido tirar el dinero de todos de esa manera? ¿Qué cojones ha hecho realmente por Sevilla un partido llamado socialista, representante de aquello en lo que creí y que tantos muertos ha costado? ¿Y los otros? Los conservadores, los andalucistas, los de IU. ¿Y los empresarios, los sindicalistas y sus organizaciones que viven gracias al dinero público? ¿Y todos? ¿Salimos a la calle en masa para exigir la marcha de Lopera o para ver una cofradía, pero no somos capaces de plantarnos ante tanta fechoría de la Moncloa o de la Junta que ni captaron inversiones y además se llevaron el dinero que nos correspondía? ¿Quién ha herido de muerte la histórica vitalidad de los sevillanos?

Entre todos la estamos matando y ella solita se nos muere, eso sí, con salero y olé. Zoido más Espadas, igual a casi diez años de inoperancia. Ahora que vengan los especialistas a ponerle números a este desastre que yo, desde fuera, como un simple ciudadano observador, he esbozado. Y todavía me dirán algunos que menuda exageración o que soy un antisevillano. Qué razón tenía el poeta del huerto claro donde maduraba el limonero: “¡Oh, maravilla, / Sevilla sin sevillanos, / la gran Sevilla!”.

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