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Actualizado: 20 oct 2017 / 10:33 h.
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  • «Si no lo hacía, si no me dejaba tocar, no volvería a jugar al juego de los ositos de la PlayStation que tanto me gustaba»

Así de contundente, así de escalofriante. Esta fue la razón por la que Marina, hoy una joven mayor de edad, guardó silencio durante tres años mientras sufría reiterados abusos sexuales por parte del marido de su tía.

¿Por qué esta joven no lo denunció? Si alguien pretende que un niño denuncie y explique claramente que está sufriendo abusos sexuales, entonces es que no entiende nada sobre esta lacra. Las estrategias de la persona abusadora pueden ir desde la sorpresa y el engaño hasta el abuso de confianza, el chantaje o la amenaza. Y para que estas técnicas funcionen tienen que darse dos condiciones: que el niño o niña no controle la situación y que, sobre todo, en esa relación se imponga el silencio.

«No era un monstruo a simple vista, era una persona cercana a mi entorno que tenía una buena reputación y pertenecía a una clase social media alta. ¿Quién iba a creerme?». Esta es la cruda realidad. Seis de cada diez abusadores son conocidos en distinto grado por los niños y niñas. Además, no existe un perfil psicológico concreto. De hecho, las personas que en algún momento de su vida pueden abusar sexualmente de un menor, son de inteligencia media y no tienen por qué tener problemas psicóticos.

Todos estos datos forman parte de un informe sobre abusos sexuales a menores que hemos publicado desde Save the Children. En Ojos que no quieren ver denunciamos los fallos en el sistema de prevención, detección y protección de los niños víctimas de estos abusos en España. La cruda realidad es que se estima que entre el 10 y el 20 por ciento de la población ha sufrido abusos sexuales cuando eran menores.

Durante esos tres fatídicos años, Marina tuvo que enfrentarse sola a los tocamientos y vejaciones por parte de este familiar que tan buena imagen proyectaba al exterior. Abusos que no dejaban huella física, pero que la marcaron de por vida. Desde entonces sufre ansiedad, baja autoestima, desconfianza, culpa, vergüenza?

«Ojalá en mi casa mis padres hubieran fomentado charlas sobre sexualidad. Era un tema tabú. No es que ellos tuvieran la culpa de lo que me pasó, pero quizás me hubiera atrevido a contarlo antes». La parentalidad positiva no es la única solución para criar a niños más fuertes, también es importante fomentar la formación sexual en las escuelas adaptada a distintas edades e incluir en el currículum de los educadores esta asignatura.

«Llegó el día en el que me atreví a dar el paso y se lo conté a mi profesora. Confió en mi palabra, me creyó pero, al final, no encontró la manera de ayudarme». Esta es una realidad, ya que tan solo un 15 por ciento de los colegios en los que el menor había revelado los abusos lo notificaron a las autoridades.

Finalmente, una simple grabadora fue su aliada, la única que consiguió sacarla de verdad de ese infierno. Una tarde se armó de valor y grabó a su agresor, se lo mostró a su madre y juntas denunciaron al novio de la tía. Lo que no sabían es lo que les esperaba en los juzgados: repetición del testimonio y una revictimización injustificada. Por eso, es muy importante preconstituir la declaración del menor para reducir al máximo las veces en las que tiene que contar su versión de los hechos.

¿El final de esta historia? Afortunadamente, el abusador fue condenado. Marina, nunca más volvió a ser la misma. «Abusaron de mí porque ni mi entorno ni yo supimos cómo pararlo. Aún hoy lo recuerdo. Pero no tengo miedo. Lo perdí cuando encontré ojos que sí supieron ver y pusieron fin a mi silencio».

(Marina es un nombre ficticio cuyo perfil forma parte de las estadísticas de la mayoría de los casos de abusos sexuales en España, donde el abusador pertenecía al entorno del menor y donde su círculo no estaba preparado para ver).

Irene Santos Martín. Save the Children Andalucía

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