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Actualizado: 27 jun 2020 / 04:00 h.
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  • Tres Toreros de Triana y el ‘Duende’

Francisco Vega de los Reyes, Gitanillo de Triana o Curro Puya, nació en Sevilla, en la calle Verbena del barrio de Triana (Hoy, Rodrigo de Triana), en 1904. Sus padres tenían una herrería en la calle Pagés del Corro, n.º120 y, allí fue, donde se especializó en las construcción de unos ganchos que se denominaban grapas, gitanas o puyas, que valían para sujetar a los postes las alambradas que protegían los cerrados de los toros , de ahí viene el apodo de “Curro Puya”.

Cuando Curro Puya toreaba el 31 de mayo en Madrid de 1931, sufrió una cogida por el toro “Fandanguero” (de la ganadería de Graciliano Pérez-Tabernero), que le dio varias cornadas mortales. Cuando lo llevaban a la enfermería, el diestro de Triana le confesó a su mozo de espadas: "Este toro me ha desbaratado".

Del inolvidable Gitanillo dijo el crítico Corrochano que se le paraba el corazón a cada verónica”. ¡Qué bien toreaba ese Gitanillo de Triana ¡

Tres Toreros de Triana y el ‘Duende’

Dinastía Chicuelo

El azulejo en homenaje a los Chicuelos, en la fachada del número 11 de la calle Betis (a la vera del Guadalquivir y frente a la Maestranza sevillana). LA DINASTÍA: Manuel Jiménez Vera, Manuel Jiménez Moreno, José González Jiménez, Manuel Jiménez Castro, Rafael Jiménez Castro, Manuel Jiménez Amador, Curro Jiménez Amador. Toreros de casta.

Al otro lado del puente, cerca de la gitana plaza del Altozano, en el número once de la calle Betis, nació en el año 1902 Manuel Jiménez Moreno ‘Chicuelo’, hijo del torero Manuel Jiménez Vera. Pasó a los libros de la historia del toreo por la introducción de las "chicuelinas" en la lista de lances con el capote, pero muchos también lo consideran el comienzo del toreo, que conocemos hoy, en día, del toreo moderno, de sentimiento.

Cuando tenía tan sólo cinco años murió su padre de tuberculosis, quedando bajo la tutela taurina de "Zocato".

Federico M. Alcázar, escribió: “La faena siempre soñada y nunca vista, la obra genial concebida y no lograda hasta esta tarde del 24 de mayo de 1928. Tarde magnífica de toros. La plaza, rebosante. Y el ambiente, saturado de expectación, de interés. Sale el tercer toro. Se llama "Corchaíto", es negro, calzón, coletero, marcado con el número 49... Brinda Chicuelo y se dirige al toro, que espera en los medios. Comienzo con cuatro naturales estupendos, ligados con uno de pecho, soberbio... Vuelve a ligar (siempre con la izquierda) otros tres naturales soberanos. La plaza es un clamor y el público, enardecido, loco, jalea la inmensa faena. Pero lo grandioso, lo indescriptible, lo que arrebata al público hasta el delirio, es cuando el torero, ¡el torero!, ejecuta cuatro veces el pase en redondo girando sobre los talones en un palmo de terreno... el toro va embebido, prendido, sugestionado, describiendo dos círculos en torno al artista, que permanece inmóvil en el centro. Ahora el público no aplaude: grita, gesticula, se abrazan unos espectadores con otros... Señala un pinchazo y continúa su grandiosa, portentosa faena, creciéndose, con otros cuatro naturales de asombro y dos de pecho soberbios. Otro pinchazo y otros dos naturales enormes. La plaza parece un volcán... Vuelve a entrar a matar y coloca media estocada superior... Le conceden las dos orejas y se interrumpe la corrida para que Chicuelo le dos vueltas al ruedo, entre las aclamaciones delirantes de una multitud ebria de entusiasmo”.

El Rerre dijo y sentenció: “¡Acabas de cambiar el toreo! ¡Has hecho historia!”.

Tres Toreros de Triana y el ‘Duende’

La magia del duende en los toros

«Joaquín Rodríguez «Cagancho»... monarca de gitanos».

“En el seno de una familia de cantaores vino al mundo en este extremo de evangelista un genio del arte de torear Joaquín Rodríguez “Cagancho” quien llevó a los ruedos la magia de los duendes de la cava. Nació en 1903 y murió en México el último día de 1983.

García Lorca en una conferencia pronunciada el 20 de octubre de 1933 en la Sociedad de Amigos del Arte de Buenos Aires dirá:

El duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar. No es cuestión de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es decir, de sangre; de viejísima cultura, de creación en acto.

El duende no se repite, como no se repiten las formas del mar en la borrasca. En los toros adquiere sus acentos más impresionantes, porque tiene que luchar, por un lado, con la muerte, que puede destruirlo, y por otro lado, con la geometría, con la medida, base fundamental de la fiesta.

El toro tiene su órbita; el torero, la suya, y entre órbita y órbita un punto de peligro donde está el vértice del terrible juego. Se puede tener banderillas y pasar por buen torero, pero en la faena de capa, con el toro limpio todavía de heridas, y en el momento musa con la muleta y ángel con las de matar, se necesita la ayuda del duende para dar en el clavo de la verdad artística.

El torero que asusta al público en la plaza con su temeridad no torea, sino que está en ese plano ridículo, al alcance de cualquier hombre, de jugarse la vida; en cambio, el torero mordido por el duende da una lección de música pitagórica y hace olvidar que tira constantemente el corazón sobre los cuernos.

Lagartijo con su duende romano, Joselito con su duende judío, Belmonte con su duende barroco y Cagancho con su duende gitano, enseñan, desde el crepúsculo del anillo, a poetas, pintores y músicos, cuatro grandes caminos de la tradición española.

España es el único país donde la muerte es el espectáculo nacional, donde la muerte toca largos clarines a la llegada de las primaveras, y su arte está siempre regido por un duende agudo que le ha dado su diferencia y su calidad de invención.

Parece como si todo el duende del mundo clásico se agolpara en esta fiesta perfecta, exponente de la cultura y de la gran sensibilidad de un pueblo que descubre en el hombre sus mejores iras, sus mejores bilis y su mejor llanto. Ni en el baile español ni en los toros se divierte nadie; el duende se encarga de hacer sufrir por medio del drama, sobre formas vivas, y prepara las escaleras para una evasión de la realidad que circunda.

Francisco Galadí y Joaquín Arcollas, banderilleros, murieron con García Lorca.

También murió Don Pedro Muñoz Seca .Para mi puro arte, y puro duende .Que dedicó el único pasodoble existente a Joselito “el Gallo”

¡Talavera, Talavera!
¡Talavera, Talavera,
Qué triste suerte su suerte!
En tu plaza bullanguera,
De una cornada certera
Halló Gallito la muerte.
¡Gallito!... ¡El mejor torero!
¡El más artista! ¡El primero!
¡El que aquel día nefando
Llegó a la plaza cantando
Las coplas del Espartero!
Pedro Muñoz Seca
¡Que nunca muera el duende ni el compás ¡
Sevilla, Granada, Cádiz y... Triana.