Image
Actualizado: 22 oct 2016 / 20:39 h.
Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado

En mi casa tenemos una teoría: las cuadrillas de trabajadores de la construcción siempre llevan una máquina, una herramienta propia de su oficio, que no sirve para nada, para nada que no sea hacer ruido. La máquina de dar morcilla, la llamamos. Emite un sonido peculiar, un psssspssss agudo como si estuvieran saltando chispas, pero vamos, que cuando tienes una obra al lado de casa tú te asomas buscando el aparato y no das con él en su presencia física, sólo el molesto ruido, a ser posible entre las siete y las nueve de la mañana. Porque eso es así, la máquina de dar morcilla la enchufan nada más llegar al tajo. Y luego ya si eso la apagan a media mañana.

Los que no se hayan percatado de esta peculiaridad de nuestro sector de la construcción tienen de nuevo ocasión para comprobarlo, porque estamos asistiendo de nuevo a la reactivación de esta actividad. Dicen que por todo el territorio nacional las grúas vuelven a retomar protagonismo en el paisaje de nuestras ciudades y que el repunte en la construcción residencial es un hecho a partir del primer trimestre de este año.

Entre enero y mayo, las licencias de obra para construcción de viviendas nuevas se incrementaron un 27 por ciento respecto al mismo periodo del año anterior, según las estadísticas del Ministerio de Fomento. Es el mejor dato de los últimos cinco años, pero representa la décima parte de lo que se registró en 2005, en aquél que llamaron el período expansivo del sector de la construcción, aquella locura inmobiliaria que nos llevó directamente a la ruina nacional.

En las patronales del sector cunde el optimismo y los expertos confirman la tendencia alcista que comenzó el año pasado: discreto pero paulatino incremento de la afiliación a la Seguridad Social en la construcción, por encima de los niveles de crecimiento en el conjunto de la economía; el número más alto de compraventas de pisos desde 2011 según el Colegio de Registradores de la Propiedad (107.838 en el segundo trimestre de este año) y un aumento de la actividad y el empleo en las agencias inmobiliarias.

Los que aún no le ven la salida a su estancamiento son los productores de cemento y hormigón, para los que la construcción de viviendas sólo representa un 20 por ciento de su actividad. Y dado que la adjudicación de obra pública sigue reduciéndose, los productores de materiales de construcción siguen sufriendo una grave debilidad que amenaza con convertirse en crónica por la inestabilidad política y el peso insostenible de la deuda en las inversiones del Estado.

No obstante, y sin que nadie haya sabido explicarme la razón, España vuelve a fiar su recuperación a la construcción de viviendas, cuando todavía tenemos más de medio millón de casas sin vender procedentes de la sobreconstrucción del periodo expansivo del que hablábamos antes. El último observatorio inmobiliario del BBVA muestra una confianza plena en la tendencia alcista del sector: «La actividad inmobiliaria continuará apoyándose en el crecimiento de la demanda y en la paulatina absorción de la sobreoferta de viviendas, lo que augura un final de año con un crecimiento notable».

Después de los estragos de la crisis, que tanto dolor han causado en muchos hogares españoles y han dejado al país vendido para las próximas décadas, no entiendo que se hable tanto de la alegría de la recuperación de la construcción y no de las medidas que, después de estos años, deberían haberse arbitrado para controlar el precio de la vivienda y para diversificar nuestra economía, en la que el ladrillo parece tener el mismo peso que nos llevó a la quiebra. Y ya de paso, que prohíban la máquina de dar morcilla.

ETIQUETAS ►