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Actualizado: 12 nov 2020 / 07:49 h.
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  • Un Adagio para Alberto y Ascensión

A la misma hora en que ayer leí que el presidente del Gobierno de España autorizó el acercamiento a Euskadi de los asesinos de Alberto Jiménez y su esposa Ascensión García, el alcalde de Sevilla colgó un twitter sobre la protección del patrimonio sevillano. Curiosa ironía del destino que mientras dos asesinos son beneficiados de manera maloliente dentro de las negociaciones por los Presupuestos Generales del Estado (PGE), el alcalde de Sevilla nos hable del patrimonio de la ciudad. Y aunque el señor Espadas nada ha dicho de esta decisión de su jefe político (y menos ahora que se juega su puesto en la Junta de Andalucía), sí le recordaré que el concejal Alberto Jiménez Becerril y su esposa la procuradora Ascensión García Ortiz son también hoy en día patrimonio de esta ciudad porque fuera de todo signo político e ideas contrarias, una fría noche de enero dos condenados por asesinato se tomaron la libertad de acabar con la vida de dos sevillanos como usted o como yo.

Lo penoso de todo esto es el tufo indigno, execrable y ahogante que emana de esta decisión dentro de unas negociaciones con unos filoetarras de EHBildu para ver cuanta tajada sacan del chantaje, aunque, eso sí, cuando vinieron a Sevilla a asesinar se proclamaban, como ahora, antiespañoles 100%. Pero Sevilla no ha alzado la voz de parte de su máximo representante de la ciudad, lo que me demuestra que esta ciudad no toca techo sobre la dignidad de todo lo que convive en ella. Sevilla está llena de patrimonio artístico, pero también humano y ahí están las figuras de Alberto y Ascensión.

El presidente del Gobierno Español, el Ministro de Justicia y la Secretaria General de Instituciones Penitenciarias han dado la puntilla al honor del sevillano. Porque esa noche de enero nos chulearon con la vida y lo consiguieron y casi de nuevo con el coche bomba junto al edificio de la Seguridad Social frente a Santa Justa.

La verdad es que hoy los sevillanos hemos sido abandonados a nuestra suerte y no terminamos de dar crédito que el asesinato de sevillanos sirva para negociar unos PGE con aquellos que se denominan antiespañoles, republicanos y anticonstitucionalistas. Un poco de respeto y, al menos, unas palabras institucionales del alcalde no habrían venido mal para dejar de manifiesto que Sevilla no es moneda de cambio de nada y menos cuando sobre la mesa se ponen dos asesinados en las calles de la ciudad.

En este país exigimos prudencia para hablar de la vacuna del COVID19 o inclusive sobre un nuevo confinamiento, pero ¿no es posible pedir prudencia en estas decisiones? Juan Espadas ha hecho mutis por el foro cuando menos debía hacerlo y acaba de convertirse en Antígona, ese personaje de Sófocles donde los dioses la encuentran culpable de haber infringido el honor de los muertos. Con estos gestos del presidente Sánchez no es momento de disfrazarse de Pilatos porque el gobierno acaba de firmar una barbaridad y callar es hipotecarse a la demagogia y al servilismo. Seguimos con las dos Españas como decía nuestro Machado y nos siguen insultando sin que nadie nos defienda.

Campanas a muerto. Es lo que merece que todas las campanas de Sevilla lo hagan al unísono para que el sonido en recuerdo de Alberto y Ascensión llegue hasta Madrid después de esta vergonzosa decisión.

Campanas a tormenta. ¿Cuándo se enterarán algunos de esta ciudad que la dignidad de las personas y sus vidas están por encima de cualquier débito político?

Solo pido humanismo, aunque bien es verdad que para ello se necesita de una escala de valores en el concepto más amplio y noble de la vida que siempre ha de regir.

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