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Actualizado: 05 ene 2020 / 09:22 h.
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  • Un atracón de política

Estaría bueno que Pedro Sánchez no sacara al final adelante la investidura, aunque parece que está más que atada. Seguramente es lo mejor que podría pasar, que fuera investido, porque ya está bien de cachondeo y nuestro país necesita un gobierno, aunque sea endeble. Puede ser un desastre, pero lo mismo nos equivocamos y entramos en una nueva etapa política llena de cosas buenas para todos. Total, tampoco es que ahora estemos muy bien que digamos.

Ayer fue un día interesante políticamente hablando, sobre todo para quienes vivimos con inusitada pasión esto de los debates de investidura en el Congreso de los Diputados. Hasta Sánchez estuvo correcto, que ya es difícil porque soporta mal que le ataquen. Casado, por ejemplo, le apunto a donde no cojeara, pero supo defenderse y le recordó no sé cuántas veces que había perdido no sé cuántas elecciones, las mismas que él había ganado aunque por el momento les hayan servido de poco. Ya veremos si al final no se tiene que ir a casa para no volver jamás.

Santiago Abascal estuvo tremendo, aunque sigue dando unos discursos demasiado agresivos y sosos. Le faltó chispa, pero dijo cosas importantes y serias. Tampoco estuvo mal Pablo Iglesias, que se ve ya de vicepresidente y estrenando todoterreno y nueva depuradora. Incluso se volvió a abrazar a Sánchez, en lo que parece ya el romance del año. El líder de Unidas Podemos lleva algún tiempo sin decir nada nuevo, parece un disco rayado, pero sus discursos no son ya tan de matón de barrio.

Magnífico Rufián, de Esquerra, con ese estilo chulesco que le ha hecho famoso. Puso a parir a Sánchez con cierta elegancia, pero lo hará presidente de nuevo porque es quien mejor le viene para sus objetivos independentistas. Inés Arrimadas pidió un tamayazo, o sea, que algún socialista de la bancada le diera una puñalada trapera a Sánchez. Da penilla esta mujer pidiéndoles cosas a los diputados socialistas, porque a Ciudadanos, su partido, le han quedado pocos para pedirles nada. Pero fue de los discursos más logrados, en su línea, repitiendo hasta la saciedad lo de “esto es una vergüenza”, tan de su repertorio.

Y poco más, el peloteo de Baldoví, la rajada de Oramas –a la que Sánchez insultó por cambiar su voto, diciéndole que se había unido a la ultraderecha–, la lección de cine de Aitor Esteban, que es un roscón de Reyes –qué hombre más de su casa–, y, por último, las mil máscaras de Carmen Calvo, que tenía la cara de haber pasado una noche mala, como cantaba Morente. Un verdadero atracón de política.

El estómago que hay que tener a veces para este tipo de debates sin tener en casa un Micralax. El estrés me atasca el bajante.

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