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Actualizado: 21 may 2018 / 17:12 h.
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En vez de dimitir directamente tras la chapuza del chalé y dejar que lidere el partido alguien de verdad de izquierdas y no tan ambicioso y manipulador, Pablo Iglesias ha propuesto una consulta a las bases para dimitir o no. Lo lógico es que le digan que no dimita por solidaridad con él e Irene Montero, en vista de la que les están dando, y porque ha calado eso de por qué un comunista no puede prosperar y un fascista sí. Si sigue, tendrá licencia para forrarse sin esperar a la herencia familiar. Si se tiene que ir, se llevará el balón para que se acabe el partido. En mi opinión ya ha perdido, porque lo del chalé –casa, lo llama él– ha sido la gota que ha colmado el vaso. España entera ha sabido qué clase de líder político es Pablo Iglesias y cuáles eran realmente sus verdaderas intenciones: tener poder y forrarse, como hicieron tantos líderes comunistas a los que admira. Dicho esto, tampoco es de recibo el linchamiento al que ha sido sometido, aunque esté recogiendo un poco de lo sembrado. Si tuviera de verdad clase, daría por perdido el partido y se iría a su casa de campo.

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