Image
Actualizado: 04 nov 2015 / 12:22 h.
Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado

No era amigo de Juan Prieto. Apenas intercambiábamos un par de frases cuando coincidíamos en las oficinas de la RFAF. Hasta que un día descubrí de qué pasta habían modelado a aquel hombre alto de tez seria y discurso educado. Era un viernes previo al inicio de las competiciones de fútbol base cuando mi buen amigo Vicente Izquierdo, valenciano de nacimiento y albaidejo de corazón, frunció el ceño porque Eli, una curranta con mayúsculas, nos señalaba con su sonrisa socarrona el final de la fila. «Que llego tarde al trabajo», interpeló con su característico acento.

Juan, serio y con un hilo de voz calmado, nos invitó a caminar hasta su mesa para tramitar las fichas antes de que la alarma impidiera que acudiéramos puntuales a la cita laboral. Y aquel era Juan Prieto. Elegante, educado, afable, sincero, trabajador abnegado y amigo de sus amigos. Aquel detalle me impactó. Y sólo fue el primero. Y ni era mi amigo. Se ha ido un señor. Así. Sin matices. Y con mayúsculas.