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Actualizado: 21 nov 2022 / 09:57 h.
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  • ¿Una mala época de cante jondo?

El próximo domingo, día 27, Coria del Río celebrará la final de una nueva edición de su histórico concurso de cante, el de la Peña Paco Mazaco, en cuyo jurado estaré, como he estado en todas las preselecciones, cuatro en total. No soy muy partidario de los concursos de cante, pero hay que meter el hombro. En una mala época de cante jondo como la que atravesamos, aunque no todos los analistas piensen lo mismo, es esperanzador que estén yendo tantos jóvenes a los concursos que quedan. Incluso al de Córdoba, que cayó en desgracia hace ya años, como el de Mairena del Alcor. No suelto ninguna tontería si les digo que, a veces, para escuchar buen cante hay que ir a algunos de estos concursos de los pueblos, porque se suele escuchar un repertorio tradicional. Que una muchacha de 15 años cante bien la serrana de Rengel, una malagueña de La Trini con remate de un verdial de Málaga o la caña del Fillo, es más importante de lo que algunos opinan. Me refiero a esos que piensan que el cante tradicional es una antigualla, refugio de mediocres que no son capaces de crear algo nuevo. Se olvidan de que el cante jondo es ya una música clásica de dos siglos de historia y que se puede interpretar una soleá de La Sarneta o una seguiriya del Planeta, como se puede interpretar una obra de Falla o Turina. Aunque no nacieran más intérpretes del cante, solo con lo que ya hay en discos en sus diferentes formatos tendríamos cante hasta la desaparición de la humanidad. Por tanto, que un chaval de quince o veinte años haga bien un mirabrás o unos tientos clásicos, es un tesoro de nuestro tiempo, porque contribuye a que el cante andaluz no se pierda del todo. Y los concursos ayudan a que los jóvenes tengan donde interpretar esos cantes. Es verdad que ya hay otros medios para darse a conocer, como las redes sociales, pero el concurso aún tiene sentido si existe solo para descubrir a nuevos valores y no para que ganen dinero intérpretes que ni siquiera viven del cante. Entiendo el concurso como formación de jóvenes cantaores, pero no siempre cumplen esa función. Un chaval no se forma en los concursos de Córdoba o Mairena del Alcor, sino en su casa escuchando discos o viendo vídeos en las redes sociales. Algunos, por suerte, en escuelas de cante como la del onubense Antonio el Jaraqueño, un maestro que debería estar al frente de alguna importante escuela municipal o de la Junta de Andalucía. Algunas alumnas suyas han pasado por el concurso de Coria y ha quedado claro lo necesarias que son estas escuelas privadas si están en manos de buenos maestros, porque conocen de sobre el cante jondo. Un arte que, curiosamente, algunas figuras nuevas destrozan con dinero público.

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