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Actualizado: 03 abr 2016 / 20:33 h.
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La calidad de un dirigente político solo no se sabe hasta que no la demuestra. Cuando un ciudadano consciente, independiente y sin ataduras ideológicas se dispone a votar lo suele hacer a ciegas. Ante una lista cerrada y recién elaborada de un partido, la probabilidad de que el perfil de sus componentes sea conocido por el votante es mínima, y la práctica demuestra que incluso ninguna. Es decir, sabemos a qué partido votamos pero no a quién votamos.

Esta es la perversión de este sistema electoral del que todos se quejan pero que nadie mueve un dedo por cambiarlo. De esos lodos vinieron estos barros. ¿Qué sabíamos de la capacidad de gestión de los nuevos regidores de los partidos?, ¿dónde estaban sus logros y sus resultados?, ¿cuál era su experiencia en materia de negociación y de liderazgo? El progreso de una sociedad es directamente proporcional a la calidad y el talento de los que dirigen su tiempo. La historia está llena de ejemplos de líderes que arruinaron una época por su falta de valía y por poner la ambición y sus torpezas por encima del desarrollo colectivo. La imposibilidad de formar gobierno por la torpeza generalizada de un grupo de líderes incapaces.

La paralización del avance de un país cuando más falta le hacía no perder comba y cuando todo indicaba que estábamos empezando a remontar la tremenda época pasada. Los votantes no dan mandatos, los votantes votan a su ideología preferida y punto. El mandato es que si no hay mayoría se pongan de acuerdo con talento y buscando el bien del país. Nadie les ha dicho que unan ideas imposibles. El pueblo lo que les ha pedido es que sean inteligentes, negocien y se pongan a trabajar para sacarnos de este atolladero en el que estamos. Pero se empeñan en crear situaciones que nadie les ha solicitado. En ocupar cargos que nadie les ha otorgado. En unir ideas imposibles.

Mientras, los ciudadanos estamos hastiados, aburridos y decepcionados de estos líderes sin pedigrí que nos han tocado en la tómbola de los despropósitos políticos. Ahora nos abocan a unas nuevas elecciones. ¿Elecciones para qué, para volverse a presentar los mismos incompetentes?, ¿qué hacemos, empezamos de nuevo el espectáculo de los despropósitos?, ¿no sería lógico que si no han sabido resolver se vayan y le dejen paso a otros más capacitados y con otro talante?... ¿Pretenden que por ambición personal la incertidumbre política se instale para siempre en nuestras vidas? Sr. líder político: usted, y sólo usted, es el culpable de este desastre, y la mayoría de los ciudadanos estamos hasta el gorro de usted, de su falta de talento, de sus torpezas y de su triste espectáculo.

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