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Actualizado: 24 oct 2020 / 13:10 h.
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  • Vivimos una segunda oleada tan criminal como la primera

Vienen semanas complicadas. Lo ha dicho el presidente del Gobierno y todos lo sabíamos desde hace días. Otra cosa es que nos hayamos dedicado a pensar qué bañador ponernos para recibir el tsunami.

Vienen semanas de dolor, de sufrimiento; semanas en las que vamos a contar los muertos por centenares; en las que vamos a seguir asistiendo a un espectáculo lamentable protagonizado por nuestros políticos; semanas para la reflexión. ¿Qué mundo hemos construido? ¿Somos capaces de cuidar de nosotros mismos o este es otro aviso más que nos recuerda que somos carne de cañón como especie? ¿Somos solidarios o nos dedicamos a colocarnos para que lo parezca? Reflexión que de poco sirve si seguimos puestos de perfil.

Vienen momentos tremendos para los sanitarios que, esta vez, ya no podrán bailar ni celebrar nada porque esa es una señal de confusión. Nuestros jóvenes andan en las calles sin cumplir una sola norma porque se les ha dicho que con ellos no iba la cosa y porque los mensajes han sido difusos. Ya nadie podrá celebrar nada que no sea acabar con esta pesadilla de una vez por todas. Tal vez lo que tenemos que ver es el sufrimiento sin adornos.

El mundo no ha dejado de ser un caos desde que la pandemia llegó arrasando nuestra forma de vivir. Otra bien distinta es que hayamos estado fingiendo que aquí no pasaba. Esto es un desastre que hemos negado una y otra vez. O lo entendemos o no saldremos bien de esta situación.

A pesar de nuestros políticos, tenemos una oportunidad más para demostrar que nos merecemos el regalo que supone existir. Podemos mantener distancias adecuadas, salir lo imprescindible, lavarnos las manos con frecuencia y cuidado, llevar siempre puesta la mascarilla o evitar lugares cerrados si sospechamos que la ventilación no es la adecuada. No es mucho y, sin embargo, miles de vidas pueden salvarse haciendo esos pequeños esfuerzos.

Llega la segunda parte de una tragedia que vamos a tener que vivir, nos guste o no nos guste. Solo falta elegir si queremos interpretar el papel de héroe o de víctima.