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Actualizado: 14 ene 2021 / 04:00 h.
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  • YouTube me lee el pensamiento

¿Han visto ustedes lo que hacen los algoritmos de la industria digital? Saben quién está viendo una pantalla y leen los pensamientos. Me hallaba yo relajándome algo en mi estudio, haciendo un alto en mi trabajo intelectual -soy un intelectual y me siento orgulloso de serlo- y me puse a ver un video de canciones de mis tiempos en una TVE en blanco y negro. Temas de 1967 a 1970 o setenta y pocos y aquello parecía un cementerio y un hospital. Alberto Cortez canta En un rincón del alma, en 1967. Pero Alberto Cortez ya la ha espichado. Mari Trini aparece en 1970 entonando Cuando la lluvia cae y Yo no soy esa. También se nos ha muerto Mari Trini. El trío Santabárbara se arranca con Donde vas chiquilla o con Charli, esa paloma que se encontró herida por la calle el cantante del grupo, se la llevó a su casa, la curó y le puso de nombre Charli. El cantante sigue vivo pero los otros dos han fallecido.

Charles Aznavour me ofrece Venecia sin ti y La bohème, el tío hasta los 90 y algo estuvo en los escenarios y si no se llega a ir al otro mundo aún seguiría recordándome con La bohème que un grupo de jóvenes se iban de juerga con el dinero de un cuadro que uno había logrado vender y además deja que me venga a la memoria cuando me peleé en París con un pintor pesado en la zona de la bohemia (Montmartre) que ya no existe y que sólo es para turistas.

Aparecen Mocedades todos hecho unos mozos, entre ellos Sergio, el de Sergio y Estíbaliz, que se separaron del conjunto para fundar un dúo. Sergio ya se ha muerto igualmente y los demás quienes tuvieron retuvieron pero también criaron kilos, arrugas a gogó y la frescura se largó para siempre como esa juventud que se fue para no volver. Todo en blanco y negro y borroso, un acompañamiento perfecto para el panorama que contemplo.

Sale a escena Cecilia ya en color pero en un color tenue y desteñido, cantando Un ramito de violetas con aquel laísmo de “la regalaba un ramito de violetas”, mala pronunciación que corrigió después la versión de Manzanita con su estilo tan personal, aflamencado, y eso que nació en Madrid pero como estuvo rodeado de artistas flamencos -sobrino de Manolo Caracol- de esos que hablan mal resulta que él era el que hablaba bien y Cecilia mal siendo de buena y diplomática familia. Los dos se han muerto, Cecilia nos convulsionó con su accidente, como Los Ángeles, como Bruno Lomas, como Nino Bravo, como después Jesús de la Rosa, de Triana. Joder, si es que mi generación no ha ganado para sustos.

En color ya más nítido surgen las dos Rocíos, Jurado y Dúrcal, que pasaron a mejor vida, la Jurado se marchó “como una ola” y la Dúrcal decidió que sus cenizas fueran repartidas entre España y el país que tanto la quiso: México. Se nos murió la niña morena que en mis tiempos infantiles “rivalizaba” con la rubia Marisol, que no ha muerto pero se nos ha encerrado por voluntad propia y sólo nos queda el consuelo de su estar ahí. En el caso de la Dúrcal hasta se quitó de en medio su marido, Junior, miembro fundador de Los Brincos y uno de los componentes del dúo Juan y Junior.

El ciber YouTube se da cuenta de que lo está viendo un carcamal y de pronto interrumpe una canción para meter un anuncio. ¿Y qué mete? Uno sobre los problemas de próstata, el azote de los veteranos. Y otro para que aprenda inglés de una puñetera vez porque saben que los jóvenes lo van controlando y sin embargo los mayores nos quedamos con el francés porque a Franco el inglés le caía mal. Y por supuesto me ofrece ya sin pedírselo un gran número de canciones de mis años púberes y juveniles.

Así es la vida. Dicen que recordar el pasado es vivir otra vez pero se han olvidado añadir que es vivir tristemente. La gran ventaja que le veo al asunto es que gracias a YouTube sí estoy viviendo de nuevo con una melancolía gozosa porque el servicio de Google me permite conocer toda la obra musical de mis “ídolos” de siempre que no la pude conocer en su momento por falta de poder adquisitivo para comprar todos los discos que hubiera querido. Más vale tarde que nunca. Asimismo, gracias a esa herramienta digital, veo clases magistrales y excelentes documentales sobre temas que esta vez sí me hacen vivir en la realidad. Aunque nuestro corazón nos diga lo contrario y no todo lo de ayer sea rechazable, puede que Eduard Punset tuviera razón al afirmar que “cualquier tiempo pasado fue peor”, yo no me cambiaría de ninguna manera por volver a ser joven y tampoco quisiera ser un joven de los que generalmente observo en la actualidad.