El terrorismo yihadista sigue apareciendo aquí y allá; antes o después; sigue funcionando aunque, ahora, no dispone de la potencia que disfrutó mientras el Estado Islámico mantuvo su territorio y sus formas de financiación; es letal y muy difícil de contener puesto que los ataques son esporádicos y los realiza una sola persona que, algunas veces, no está fichado por la policía.
El Estado Islámico, aunque muy debilitado, sigue lanzando mensajes a través de las redes sociales que llegan a miles de jóvenes que se terminan radicalizando y llevan su fanatismo religioso a extremos. Unir la desesperación de los jóvenes sin futuro, el fanatismo religioso, la mentira y la tecnología actual, es una forma de generar dolor y sinsentido de forma infalible.
Algunos líderes religiosos islamistas están ayudando muy poco puesto que justifican algunas acciones (entre ellas las terroristas) con preceptos que suelen llegar de la mala interpretación de los libros sagrados y de la propia religión.
Ha sido, otra vez, en Francia. Tres personas asesinadas de forma cruel e injustificada. Y el objetivo, como lo es siempre, era generar terror entre la población para ir erosionando los sistemas de libertad. Ese es el daño que busca el terrorismo.
Recep Tayyip Erdogan ataca a Macron aludiendo a una actitud del presidente francés que no podría ser otra: una caricatura no ataca ni debe ser causa de molestia para ninguna persona del mundo. Ofenderse por la publicación de un dibujo de esas características no debe ser causa, jamás, de violencia alguna. Y los Gobiernos europeos deben contestar como si fueran uno solo defendiendo la libertad y los derechos de sus ciudadanos, deben dejar claro que no se cederá ni un milímetro ante presiones y menos ante la violencia.