Apenas una semana después del toque de queda en toda España, muchas comunidades autónomas han empezado a clamar al Gobierno central para que tome medidas más contundentes a fin de acabar con una curva de contagios que no parece tener fin, o a cuyo pico, de momento, no se le espera. Asturias, que se consideraba el paradigma del control hasta septiembre, ha sido la primera en pedir un confinamiento domiciliario que el Ejecutivo de Pedro Sánchez, de momento, considera la última opción. Otros gobiernos regionales están en la misma situación y han tomado decisiones que son de sus competencias. Murcia, por ejemplo, cerrará todos los bares y restaurantes a partir de este sábado, tal y como ha hecho Castilla y León, que ha dejado la excepción de la comida para llevar. La Xunta de Galicia, por su parte, también ha cerrado los establecimientos hosteleros y ha limitado el deporte a la práctica individual. Y en Cantabria, su Gobierno decidió ayer mismo confinar todos los municipios desde las 18.00 horas. Esa opción es precisamente la que baraja también la Junta de Andalucía como mal menor si no pide el confinamiento completo cuando este fin de semana analice la situación. El presidente autonómico, Juanma Moreno, más serio y visiblemente preocupado que nunca, ya ha reconocido que la situación “se está agravando muy rápidamente” y que el confinamiento domiciliario, desde luego, es una medida que sigue sobre la mesa, a pesar de que un cierre total podría suponer un incremento inquietante del paro.
Si hace solo un par de semanas el límite incluso psicológico para pensar, por ejemplo, en cribados masivos era la tasa de 500 casos positivos por cada 100.000 habitantes, ese parámetro se ha desbordado en solo unos días. Ya hay 70 pueblos en la provincia de Sevilla, de los 106 que tiene, que han superado esa tasa; es decir, tres de cada cuatro.
El nuevo límite psicológico parece situarse ahora en los 1.000 casos por cada 100.000 habitantes, dado que muchos pueblos han superado esa tasa en los últimos días, un total de 16 municipios, y otros tantos están a punto de hacerlo. Entre esas localidades se encuentra Carmona, que ya se sitúa en una tasa de 1.041 por cada 100.000, lo que traducido en un pueblo con 28.500 habitantes, significa que 297 de sus vecinos son positivos activos a día de hoy, de los que 152 son de la última semana, lo cual da una idea del crecimiento exponencial. Otros pueblos están igual o peor incluso, pero son bastante más pequeños, como son los casos de Olivares (con una tasa de 1.021), Benacazón (1.022) o Umbrete (1.225), todos ellos en el Aljarafe sevillano, donde además destacan otros municipios donde la situación se hace cada día más preocupante, como Carrión de los Céspedes (con una tasa de 1.218) o Huévar (1.326).