Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado
Actualizado: 20 mar 2023 / 10:05 h.
  • «Atentado contra la autoridad» en San Juan de Aznalfarache
    Lanzamiento involuntario de la batuta.

La hermandad sacramental de San Juan Bautista de San Juan de Aznalfarache celebraba este domingo su Pregón del Sábado de Pasión a cargo del sanjuanero Francisco Meléndez, quien aseguraba sobre el escenario que se trata del “pregón de mi vida”.

Era un acto que presentaba el pregonero de 2022, Carlos Romero, que, como suele ser habitual, era presenciado en vivo por autoridades del Ayuntamiento, de la Hermandad y de la Iglesia han presidido, algunas de ellas en la primera fila, en una cita que transcurría como los cientos de pregones que quedan por escuchar todavía hasta el Domingo de Ramos.

Sin embargo, la cita de San Juan de Aznalfarache deja una imagen para la anécdota, la protagonizada por el director de la banda municipal de música de Nerja, que era la que acompañaba a la hermandad en este emotivo acto.

Las enérgicas corcheas

Pongámonos en situación. La banda malagueña estaba interpretando los sones del himno nacional español para clausurar el acto, y estaba precisamente en la última parte de la marcha compuesta en 1770 por Manuel Espinosa de los Monteros por encargo de Carlos III.

Es una parte de la partitura dominada por las corcheas, y en una de ellas, el director de la banda movió tan enérgicamente la batuta que salió disparada a su espalda directamente al patio de butacas.

El vídeo fue captado por una persona que estaba en la segunda fila, y en él se puede apreciar como la batuta voladora sale directamente de la mano derecha del director de la banda para llegar a la primera fila, a la zona donde, concretamente, se encontraban algunos de los concejales de la corporación local sanjuanera.

Cazada al vuelo

Pero quiso el destino que, con una habilidad innata, esa batuta voladora fuese cazada por el marido de una concejala del Partido Socialista, ubicado justo entre ella y el concejal no adscrito, y consiguiendo capturarla sin que prosiguiese su improvisado vuelo más allá de esa primera fila.

No se ha confirmado si, como pasa en los partidos de béisbol con la bola que el bateador envía a la grada, quien consiguió hacerse con la batuta se la pudo llevar a su casa como recuerdo de su hazaña, pero al menos queda como anécdota para contar a los nietos la historia de aquella mañana de domingo que capturó a aquella varilla con vida propia que iba camino de las autoridades locales sin control ni concierto.