Hoy, que de no ser por el COVID-19 Lebrija sonaría a Caracolá en varios de sus escenarios habituales, se cumplen cuatro años de la muerte de su flamenco más universal: Juan Peña Fernández (1941-2016), más conocido como El Lebrijano. El cantaor murió precisamente por sorpresa cuando se desarrollaba el festival por antonomasia de su pueblo natal, y la organización hubo de improvisar algunos gestos de reconocimiento a quien más lejos ha llevado el flamenco desde una de las cunas de la Baja Andalucía. Sin embargo, esta mañana acaba de constituirse una comisión para promover la creación de un monumento en el pueblo que le rinda homenaje a la altura de su universalidad.
Esta primera reunión ha sido solo “una toma inicial de contacto con el firme compromiso de hacerlo”, asegura el alcalde lebrijano, Pepe Barroso (PSOE), quien preside la comisión junto al concejal de Participación Ciudadana, Alberto Pérez, la familia del artista y varias asociaciones entusiasmadas con el legado de Juan Peña como la del Progreso del Pueblo Gitano, la Asociación Pedro Bacán o la propia comisión que organiza cada año la Caracolá.
Para el regidor lebrijano, Juan Peña es “una figura de indudable valor, no ya para el flamenco, sino para la cultura”. “Hoy echa a andar esta propuesta que tendrá que transitar su camino hasta hacerse realidad”, ha añadido. Tras la reunión de hoy, una de las hijas del cantaor, Belén Peña, ha asegurado sentirse, “como herederos de mi padre, en la responsabilidad de seguir proyectando su legado para que los nuevos creadores aprendan de él como él aprendió de sus antepasados”. En este sentido, insistió en que es necesario poner en valor la figura de su padre “como santo y seña de Lebrija, además de como cantaor universal”.