Los productores de aceite de oliva tienen dos retos para garantizar su futuro. El primero de ellos es promover un cultivo que no sólo sea respetuoso con el medio ambiente, sino que conserve el entorno en el que se desarrolla. El otro es el de hacer rentable y competitivo un sistema de producción que no sólo garantice la calidad del oro líquido, sino que mejore los rendimientos. Así lo defendieron los expertos que participaron en las jornadas técnicas del Aceite de Oliva Virgen Extra, organizadas por Oleoestepa, y que este año han cumplido su mayoría de edad, muestra de que el aceitero es un sector maduro.
Para el presidente de Oleoestepa, Alfredo García Raya, el aceite de oliva virgen extra debe ser «de altísima calidad química y sensorial», por ello durante el proceso de elaboración no sólo no debe dejar huella en su medio natural, sino que debe crear riqueza y mejorar el entorno para el disfrute de todos.
El manejo excesivo de maquinaria, el abuso de venenos y de fertilizantes químicos han provocado una degradación del suelo. Hacer un examen preliminar no es difícil para los inexpertos. Solo hay que googlear las palabras «suelo y olivar» para comprobar a través de una fotografía «un suelo que por desgracia tiene un nivel de cobertura vegetal muy bajo y presenta signos de degradación y erosión», se lamenta Germán Tortosa, investigador de la Estación Experimental del Zaidín. Un estado preocupante que ya apuntó en un estudio la Plataforma Tecnológica del Olivar.
Los olivareros tienen menos disponibilidad de recursos hídricos y los nutrientes escasean, lo que se traduce en una reducción de la producción. Por ello, «la salud del suelo es una de las principales amenazas para el futuro del olivar», tal y como recalca el responsable de I+D+I de Oleoestepa, Melchor Martínez. Plagas tan preocupantes como la Xylella fastidiosa dejan de ser un problema «cuando el suelo está rico en nutrientes», incide el director de IDEAA, Íñigo Álvarez de Toledo.
Frente a esta situación surgió la agricultura regenerativa, un modo de entender la producción que tiene como objetivo «equilibrar el ecosistema para aumentar los recursos naturales», apunta Martínez. Este tipo de agricultura casa a la perfección con la tan popular economía circular.
Basta con poner el foco en los ensayos realizados por Marco Nuti, profesor emérito de la Universidad de Pisa, con la reutilización de alperujo (subproducto resultante de la molturación de la aceituna) para la elaboración de compost. Este abono verde ayuda a regenerar el suelo y permite tener una mayor disponibilidad de agua para las plantas, lo que se traduce en un cultivo más fuerte, según resume Nuti. La única desventaja que presenta es que es pobre en fósforo y justo en aporte de nitrógeno, por lo que necesita de esos complementos.
No obstante, los estudios inciden en las bondades de estos compost verdes. A lo largo de las campañas en las que se aplicó a la producción, el volumen de aceite de oliva molturado fue mayor, tal y como apunta Tortosa.
Pensar en una agricultura regenerativa no sólo implica mejorar el entorno, también «ofrece impulso económico», recalca el director de Estrategia y Desarrollo de Negocios de Commonland, Michiel de Man. Por ello, «no es asunto baladí» los problemas de erosión y la pérdida de suelo que está sufriendo «el bosque artificial más grande del mundo», como es el del olivar. En este sentido, un técnico de la compañía especializada en la restauración de paisajes apunta que el impacto sobre la producción puede ser de hasta 80 toneladas menos por hectárea y año, un dato que demuestra que podría arruinar a gran parte del territorio andaluz, ya que «una mínima modificación en esa rentabilidad deja en la calle a mucha gente». Por eso, esta compañía opta a crear la primera marca de AOVE regenerativa, como ya ha hecho con un producto como el de la almendra en Almería.
En Andalucía, «no hay que poner en duda» que el olivar «tendrá un serio problema a corto plazo por el cambio climático», señala Tortosa. De ahí que el investigador haga hincapié en que el sector interiorice el hecho de que la materia orgánica está estrechamente relacionada «con la fertilidad del mismo». «Mejora la estructura, la porosidad, la retención de nutrientes y la cadena trófica de todos los organismos que están presentes en el suelo», explica Tortosa. Además, el nitrógeno que aporta la agricultura regenerativa permite reducir la necesidad de fertilizantes.
El agua será uno de los aliados del sector. Pese a la presión que puede ejercer el elevado consumo de este recurso, el director de IDEAA destaca que no se trata de un mayor gasto, sino de contar con suelos bien nutridos para que la disponibilidad de agua en el terreno sea mayor. «Un suelo fértil es capaz de absorber una enorme cantidad de agua, el problema de la pérdida llega cuando el suelo no tiene la suficiente cobertura vegetal», recuerda. Asimismo, recalca que «un suelo rico no sólo le da mayor estabilidad al ecosistema, sino también mayor valor al producto porque tendrá más componentes».